MADRID 30 Sep. (OTR/PRESS) -
Tras una larga sequía que comenzó con el rechazo de su plan por el Congreso de los Diputados y se extendió a lo largo del fallido y mal llamado proceso de paz, el lehendakari Ibarretxe, en un afán desenfrenado por recuperar el protagonismo perdido, vuelve sobre sus fueros a entonar la vieja cantinela del referéndum soberanista. Raca, raca, raca... Y lo hace a sabiendas de que está prometiendo a los vascos y a las vascas un imposible; a sabiendas de que solo al Rey, a propuesta del Presidente del Gobierno, corresponde la prerrogativa de convocar referendos (artículo 92 de la Constitución). Y es que el lehendakari Ibarretxe es un personaje muy peculiar. Le habría gustado tener el carisma de un populista, pero la ausencia de este atributo le obliga a investirse de otra imagen más acorde con sus propios rasgos: la de un mesiánico. Su discurso, como su gesto, es mesiánico. Y el que pronunció en el pleno de política general del Parlamento Vasco fue, en ese sentido, paradigmático. No dijo nada nuevo pero, libre ya de las ataduras que impusiera el dimisionario presidente del PNV, Josu Jon Imaz, y sintiéndose de nuevo líder, vuelve a las andadas con más brío si cabe, poniéndole fecha al referéndum y permitiéndose el lujo hasta de obviar una condición antes irrenunciable para el mismo: la ausencia de violencia. Y lo hace alegando que ETA no puede condicionar la iniciativa política. ¡Que cosas! Si no fuera porque estamos hablando del Presidente de una comunidad autónoma y, consecuentemente, de una parte del Estado, todos deberíamos tomar este asunto como una especie de broma de mal gusto. Lo que Ibarretxe promete es una auténtica tomadura de pelo a esos vascos y esas vascas a quienes supuestamente trata de unir pero que, falazmente, está dividiendo. La división ya se está dando entre los propios militantes y simpatizantes del propio Partido Nacionalista Vasco; entre quienes apoyan al lehendakari y ven prioritaria la consulta y quienes entienden que lo que Euskadi necesita, por encima de todo, es acabar de una vez con el terrorismo y prosperar.
El único problema es que estas fiebres soberanistas de Ibarretxe son muy contagiosas, sobre todo para personajes en situaciones de crisis. Prueba de ello ha sido el alegato de Artur Mas, presidente de CiU, en la apertura del debate parlamentario de política general en Cataluña, proponiendo la redacción de una ley de consultas populares, en el caso de que el Estatut saliese recortado por el Tribunal Constitucional. Y, como sabemos que Mas no se ha vuelto loco, tendremos que pensar se trata de una maniobra electoral muy meditada.
En fin, no nos alarmemos porque, al final, todo quedará en nada. Como mucho en una encuesta con mesas petitorias a estilo de la que hizo el PP.
Victoria Lafora