MADRID 27 May. (OTR/PRESS) -
Si, a pesar de todo, hay que ir a votar hoy domingo. A pesar de que la campaña electoral de los líderes de PP y PSOE se haya olvidado de la corrupción urbanística, del precio de la vivienda, de la falta de servicios públicos en las nuevas urbanizaciones, del fracaso del trasporte público como medio alternativo al vehículo privado. A pesar de todo esto y de más cosas que sería prolijo enumerar, puede que, votando, algo podamos arreglar o por lo menos exigir. Si la ciudadanía se instala en el desencanto y se deja llevar por la sensación de que nada va a cambiar, la corrupción se hará galopante, los peores ocuparan las alcaldías y la democracia habrá dado un inmenso paso hacia atrás.
Porque las papeletas que hoy vamos a depositar en las urnas son más fáciles de elegir. Tiene poco que ver con grandes ideas, con siglas. Es el voto cercano, el que tiene nombre y apellidos. Todos sabemos como ha actuado el que ha sido alcalde los últimos cuatro años. Hay que echar a la calle a los corruptos, a los dudosos, a los inmorales, a los que han llenado los campos de cemento, a los que han recalificado terrenos verdes para hacer bloques donde no llega el agua, a los que se han enriquecido de forma inexplicable, a los que acumulan pisos y locales comerciales. Sabemos quienes son y podemos castigar su gestión con nuestros votos. Hay que devolver a la vida municipal el prestigio perdido. No todos los candidatos son corruptos, ni todos se lo han llevado crudo o han canalizado dinero a las arcas de su partido. También hay gente que ha mejorado la vida de los vecinos, que ha limpiado su ciudad, que ha permitido un urbanismo inteligente, y ha exigido a las constructoras que antes de levantar los bloques hicieran las infraestructuras necesarias para llegar a ese nuevo barrio. El crecimiento sostenible, el ahorro energético, la calidad de vida depende de nuestro voto. Con él podremos conseguir más parques, más piscinas públicas, más equipamientos. Y si nuestro candidato no sale elegido ocupará los bancos de la oposición y vigilará a quien tiene el bastón de mando. Hay muchos candidatos, de todos los partidos, que todavía no dan crédito a los mensajes que han oído en esta campaña y se quejan de que sus líderes no les han ayudado en nada. Más bien al contrario temen que la crispación contribuya a la abstención y que los votantes decidan darles una patada en sus propias nalgas. Ya ha pasado otras veces. Y todavía queda un último recurso. Si no confiamos en nadie, si todos los candidatos nos despiertan recelos votemos en blanco. Es la forma más democrática de decir que nos han cansado pero no han conseguido echarnos de las urnas.
Victoria Lafora