Actualizado 14/10/2007 02:00

Victoria Lafora.- Al pie de la letra

MADRID 14 Oct. (OTR/PRESS) -

Una de las promesas electorales del Partido Popular, más concretamente de su presidente Rajoy, es ponerle letra al himno nacional. Pues muy bien; con la que está cayendo, con la cantidad de cosas que nos hacen falta de verdad, con lo necesario que es el llegar a acuerdos de envergadura que, al día de hoy, parecen imposibles de alcanzar -sobre terrorismo, sobre educación, sobre justicia... entre otros muchos- el señor Rajoy, dentro de su estentórea y electoralista proclamación de españolismo (véase la sobreactuación de Rajoy en el video de marras) , introduce un tema nuevo que no tardaría en convertirse en arma arrojadiza y motivo de conflicto. Y es que el conflicto parece jugar a favor de los intereses electorales del Partido Popular; si no, no se entiende.

Es cierto que la mayoría de los himnos nacionales tienen letra, como también es cierto que esas letras, por lo general, son, cuando menos, grandilocuentes y pomposas. Y tienen, sobre todo, un cierto tufillo a cosa vieja, pasada de moda, poco acorde con los tiempos que vivimos. Porque no podría ser de otra manera ya que las letras se anquilosan, mientras que las naciones cambian, avanzan, progresan, se modernizan. Aunque cuando esas letras están escritas sobre 1840 , como es el caso de los himnos alemán e italiano, o sobre mil setecientos, como el de Gran Bretaña, o en 1814 como el de los EEUU, es el propio tiempo quien se encarga de suavizar las posibles pomposidades con la pátina y el carácter de lo heredado y mil veces repetido. Cuando los alemanes o los ingleses o los italianos o los franceses, o tantos y tantos pueblos cantan sus himnos nacionales lo hacen con el fervor y la emoción de quien evoca toda una historia ligada a las palabras que pronuncia; palabras que oyeron a sus padres y estos a sus abuelos y así, durante generaciones. Por eso, inventar hoy una letra para nuestro himno nacional, no solo sería una tarea complicada por la dificultad que implicaría el acuerdo entre partidos, sería un ejercicio de lentísima y difícil acomodación. Solo el paso de generaciones le conferiría ese grado de madurez y de apropiación que necesitan la emoción y el fervor. Ni siquiera la nefasta letra que José María Pemán puso a la marcha granadera fue capaz de cuajar en su tiempo; ni aún aplicada con sangre, esa letra que hablaba de "yunques y flechas cantando al compás", logró entrar.

A pesar de de lo cual, si este proyecto se acometiera desde el acuerdo, la buena voluntad y el deseo de mejorar algo que terminaría siendo de todos, como lo es la bandera, la tarea sería difícil pero no imposible. Con el tiempo cristalizaría.

Pero nos tememos lo peor; tal y como están las cosas, nos tememos el dedo de alguien señalando a alguien en cualquier acto público, manifestación o partido de fútbol: ¡Mira, mira, no está cantando¡

Victoria Lafora

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