Publicado 04/10/2013 12:00

Victoria Lafora.- Reo.

MADRID 4 Oct. (OTR/PRESS) -

Tras diez años de avatares judiciales, muchos de ellos bochornosos, ayer se sentó por fin en el banquillo de los acusados Carlos Fabra, conocido como el "virrey de Castellón", reo de un delito continuado de tráfico de influencias, otro de cohecho y cuatro de fraude fiscal.

Emblema de la corrupción en el PP, ayudado por la dirección del partido en Madrid, el hombre que compraba voluntades políticas a cambio de cargos con sustanciosas retribuciones llega al banquillo bien acompañado. Los tres magistrados de la Audiencia provincial de Castellón que le van a juzgar son los mismos que hace un año intentaron anular la acusación de cohecho. ¿Habría razones para recusarles? Si. Pero ni la acusación particular ni la fiscalía (otra vez la fiscalía) lo han hecho. Ya se sabe que con Fabra pasan cosas que no le ocurren al común de los mortales, como por ejemplo que le toque el gordo de la lotería año tras año.

La impunidad de la que ha gozado este personaje, que manejaba la provincia desde la Diputación Provincial (esos organismos tan caros para las arcas públicas que el PP se niega a amortizar al tener colocados a todos los suyos como en el caso que nos ocupa), explica que por su instrucción judicial hayan pasado nueve jueces, cuatro fiscales, numerosos abogados e incluso haya cambiado el procedimiento. Arrastrado por la borrachera de poder intentó secuestrar los periódicos que hablaban de su caso.

Para llegar a este dislate, un dirigente provincial tiene que tener muy buena información sobre las finanzas de su formación política que le permita obligar a mirar para otro lado a la dirección nacional. No solo a callar ante escándalos de corrupción si no a colocar a su hija en las listas para el Congreso, donde ahora ocupa un escaño desde el que se dirigió a la oposición al grito de "¡que se jodan!"

Su descarado nepotismo olvidó a un fabricante de productos fitosanitarios de Nules y este le acusó ante el juzgado de cobrarle cantidades millonarias a cambio de mediar ante los ministerios de Sanidad y Agricultura para agilizar los permisos. Quien le iba a decir a Fabra que, por culpa de unos abonos, se iba a sentar en el banquillo acompañado de su ex mujer que, viendo el futuro del negocio, se dedicó también a la venta de fitosanitarios. Les debió ir bien porque cuadruplicaron su patrimonio en cinco años.

Como no podía dejar a nadie de su entorno sin colocar, su novia ocupa un cargo en la Diputación con derecho a chofer y secretaria. Alguien tenía que quedarse en el organismo público para vigilar el chiringuito.

Este "ciudadano ejemplar", como le llamó Mariano Rajoy, que tanta perspicacia ha demostrado en desenmascarar a los corruptos de su partido, ha recibido el "apoyo personal" del actual presidente de los valencianos, Alberto Fabra.

Será que no siente resquemor por la ruina económica del aeropuerto de Castellón, con estatua gigantesca de su promotor a la entrada del parking y cerca de las pistas donde nunca ha aterrizado un avión comercial. Será porque este desaguisado, uno más, lo va a pagar los valencianos con sus impuestos.

Solo le piden trece años de condena. Ya veremos en que acaba todo.

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