Victoria Lafora.- Extrañas ausencias
MADRID, 25 Ene. (OTR/PRESS) -
El tribunal que juzgará a los acusados de cometer el horrendo crimen de los atentados del 11-M ha rechazado citar como testigos a los responsables políticos de aquella época: el ex presidente Aznar, el ex ministro del Interior Acebes y el ex secretario de Estado Astarloa.
Resulta extraño que, ante la confusión intencionada creada en torno a la instrucción de este proceso, con todas las teorías conspiratorias que han sido apoyadas por el PP y precisamente por los tres dirigentes citados, el tribunal no considere pertinente saber qué órdenes dieron a la policía, porque la investigación en los primeros días se realizó bajo sus órdenes. Van a comparecer todos los mandos policiales que llevaron a cabo la recogida de pruebas, el interrogatorio de los detenidos, y todas las acciones de su brillante actuación que permitió detener en un plazo brevísimo a los que, hasta ahora, son los presuntos responsables de la masacre. Estos policías, ejemplo de actuación, se han visto inmersos en la polémica y se ha cuestionado su trabajo porque las investigaciones no descubrían, como querían algunos, la participación de ETA en los hechos. Sobre su brillante trabajo de los primeros días se han levantado, por algunos, toda clase de sospechas. Solo por esto sería necesario que comparecieran los que fueron sus jefes y saber cuáles fueron las órdenes que dieron.
Si ha aceptado el tribunal, presidido por Javier Gómez Bermúdez (propuesto para el cargo con los únicos votos de los vocales conservadores, afines al PP), la presencia como testigos de tres etarras. Uno de ellos, el sanguinario Henri Parot, lo hará porque en la celda de un detenido islamista, ajeno absolutamente a esta causa, se encontró un papel con su nombre y un número de teléfono. La presencia de los etarras en el juicio, con todo lo sorprendente que pueda parecer a día de hoy, puede acabar desmontando, (¡que falta hace!) la teoría de la conspiración que ha envenenado la vida judicial y política desde hace dos años. Pese a todas las dudas sembradas sobre el resultado de este juicio, que han perturbado la vida de las víctimas y prolongado innecesariamente su dolor, la sentencia con tantos y tan peculiares testigos dejará muy claro quiénes son los asesinos de ciento noventa y dos inocentes.
Conviene recordar, por último, que ha sido uno de los acusados de ser el autor material de la colocación de las bombas, Jamal Zougam, el que solicitó la presencia de los etarras como testigos precisamente cuando se enteró de que el fiscal pedía para él una pena de tres mil años de cárcel. De repente se le refrescó la memoria, qué casualidad.
Victoria Lafora.