Actualizado 21/01/2007 01:00

Victoria Lafora.- Tarde, muy tarde

MADRID 21 Ene. (OTR/PRESS) -

Cuando Europa recoge los muertos del último huracán, Estados Unidos tiembla de frío, nieva en Malibu, los desiertos de Australia sufren inundaciones nunca vistas, España la peor sequía de las últimas décadas y Barcelona el invierno más calido desde que comenzaron las mediciones de temperaturas, el cambio climático llega al Consejo de Ministros.

Hay quien piensa que ya es tarde y que el daño provocado por la emisión de gases de efecto invernadero es irreparable y afectará no ya a las generaciones futuras si no a los que ahora estamos aquí y hemos provocado esta catástrofe. Es tarde para decir que quien contamina paga porque los daños medioambientales ya están hechos y el aumento de los casos de asma en los niños es un ejemplo de las lesiones que provoca el aire que se respira en las ciudades. Se podrían citar cien casos más si esto sirviera para concienciar a la ciudadanía y a quienes hemos hecho caso omiso de las advertencias de los científicos sobre los riesgos del cambio climático.

El proyecto de ley de Calidad del Aire y Protección de la Atmósfera pretende que ayuntamientos y Comunidades Autónomas condicionen sus planes de urbanismo a los valores límites de las emisiones contaminantes. Todo esto, que suena muy rimbombante, se traduce en que quien contamine puede ser sancionado con hasta dos millones de euros y ver cerradas sus instalaciones. Esto seguro que lo entiende todo el mundo y, como con el carné por puntos, puede que sirva para salvar vidas humanas ya que dieciséis mil personas mueren prematuramente en España por la contaminación.

Además un Real Decreto obligará a que todos los edificios de nueva construcción o que se rehabiliten a partir de 2007, cuenten con una certificación de eficiencia energética en función del CO2 que emitan en el consumo de calefacción, agua o iluminación.

Las ciudades no sobrepasarán unos límites de contaminación ya que, cuando ocurra, se tendrá que restringir el tráfico o tomarse otras medidas drásticas. Todo menos seguir como hasta ahora. Puede que sea tarde, que dentro de cincuenta años este país, como vaticinan los científicos, sea un desierto y que el turismo, la mayor fuente de ingresos de nuestro país, haya huido hacia destinos más amables. Pero si no se toman medidas, si no las tomamos todos, estaremos abocados a una catástrofe aún mayor.

Victoria Lafora

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