MADRID 28 Nov. (OTR/PRESS) -
Como los particulares, las naciones tratan de guardar un calendario y alimentan una fantasiosa lista de buenos propósitos. Se acaba el año. Las revistas han iniciado el tedioso recuento de hitos y personajes de una temporada que parecía estar regida por un enjambre de primos de Rajoy. Sarkozy ha ido y venido como un sarpullido. Tras poner en orden a los chinos y a sus propios huelguistas, sólo le queda enjaretar los barrios (unos pocos millones de franceses irredentos). Pakistán es muy democrático: tres presidentes aspiran a dar un golpe. África sigue donde estaba: en Darfur no comen, el Congo estalla por todas las frentes. Los traficantes de lujo se han cabreado mucho con una película sobre las guerras de diamantes.
Por el mundo ha crecido la lista de pícaros, respondones y dementes: Chávez con su recua neopopulista, Putin en su ascenso a Pedro el Grande, Ahmadineyat con sus amenazas de profesor no numerario, un Bush apestado que tiene de rehén a la humanidad y que, antes de entregarse, puede hacer estallar la bomba. Sin olvidar a un panoli que lleva seis meses formando go bierno en Bélgica, a un Berlusconi que ya posee dos partidos políticos, a un primer ministro danés bastante trepa. En España se reseñará la generosa e imaginativa colaboración de la oposición en la resolución de los problemillas pendientes, las cifras de violencia doméstica (similares a las de Francia o Italia: somos una economía desarrollada), el sentido común que emanan las resoluciones de los jueces y dos o tres argumentos de tomates rosa, coronados por el libro de la señora del juez estrella del 11M y los rumores de separación de los repulsivos/deseados esposos Aznar. Subprimas. El pan sube, los pisos bajan en Londres y en Copenhague. En Tallinn, capital de Estonia, han propuesto hacer el inglés lengua oficial. Y así más.
Lo que esta semana nos importa, es el resultado de la reunión de Annapolis, un pueblo de Maryland donde Bush tratará de que se den la mano los palestinos, los judíos y los aliados saudíes (ricos, retrasados mentalmente, con agenda propia), los sirios y 40 o 50 ministros. Es muy preocupante que, pese a sus penosos antecedentes, Tony Blair se ocupe ahora de Palestina. Según "Haaretz", el periódico israelí, Annapolis será un fracaso. Los palestinos aceptarían un acuerdo al precio de que se les devolvieran las fronteras anteriores a la guerra de los Seis Días, se les concediera un estado y la capitalidad conjunta de Jerusalén, les volvieran los refugiados. Gaza, de momento, no es palestina, es propiedad de Hamás.
Los europeos, que hasta ahora se han limitado a dar asistencia social (es decir, a subvencionar los destrozos causados por los judíos y las torpezas de los árabes), deberían plantear algo pero no lo harán. Si la reunión cuajara, George Bush, el representante mejor colocado del integrismo cristiano, aún podría pasar a la Historia como una persona decente.
Agustín Jiménez.