Actualizado 04/04/2007 02:00

Agustín Jiménez.- La extraña pesca de los marinos ingleses

MADRID 4 Abr. (OTR/PRESS) -

Un grupo de militares ingleses se metió al mar, y no a pescar. Soldados iraníes los pescaron a ellos acusándolos de espías o, al menos, de invasores. Los dueños de los marinos convocan embajadores y nos animan a los forasteros a manifestarnos a su favor. Por automatismo, muchos occidentales sienten que la incursión británica es lógica y que los iraníes son unos bárbaros. Las cosas no están tan claras. Deberíamos hacer cualquier cosa por los marineros presos, pero no hay por qué mover un dedo a favor de los fantasmas imperiales o justicieros de nadie.

Tony Blair declara, en el tono de estupefacta sinceridad que ha aprendido a adoptar, que nadie cree las declaraciones de Teherán. Se equivoca. Las creen muchos iraníes y muchos árabes inamistosos, que son millones. Numerosos otros, incluso en Europa, no saben a quién creer o por qué habrían de creer a nadie. Desde luego, no ven razones para creerlo a él, medalla de plata del mentiroso trío de Las Azores. Somos incapaces de sondear la salud mental de Ahmadineyad, pero nos consta que Tony Blair, por muy "uno de los nuestros" que lo consideremos, es un sujeto impresentable. A principios de semana, para empeorar las cosas, el presidente "asediado" de Washington (la última portada de 'The Economist') se puso públicamente de su parte. Ya sólo falta una declaración de Aznar.

Acusan los británicos a Irán de conculcar la Convención de Ginebra. Desgraciadamente, estos días los británicos celebran el veinticinco aniversario de la guerra/invasión de las Malvinas, en que se pasaron por el forro varias leyes de guerra y, entre otras cosas, difundieron ampliamente fotos de prisioneros argentinos. ¿Estarán dispuestos los argentinos de hoy a aceptar la versión de Tony Blair? Por si fuera poco, las imágenes de los presos los muestran en buena forma, relajados, disfrutando de comida típica delante de un fondo de cortinas floreadas. Los presos de Blair y sus amigos acababan en Abugraib o en Guantánamo. Inglaterra no está en situación de dar lecciones morales.

La crisis podría tal vez haberse resuelto con una simple petición de disculpa por parte de los ingleses, como pretendían los iraníes. Tampoco era un precio muy alto por la vida de quince personas y, aun en el caso de que la legalidad internacional hubiera estado de parte de los ingleses, sería un alivio que una nación que ha contribuido con saña a la destrucción de un país, se callara durante una temporada. Si estaban en Irak, ¿qué pintaban allí? Y, si estaban en Irán, dan excusa a los nativos de recordar un siglo de atropellos y chanchullos cometidos a su costa. Al no disculparse, disminuyen las opciones públicas de Teherán, que además tiene todas las razones para pensar que Tony Blair ha estado haciendo planes con su amigo Bush para hacer con Irán lo que ha hecho con Irak.

Los observadores, e incluso los intelectuales iraníes que nos hacen confidencias, coinciden en apuntar que las posturas iraníes están muy divididas. En un 'Avui' del año pasado, el filósofo Dariuix Xaiegan se aventuraba a pronosticar que "Irán será La Meca del laicismo musulmán". Lo que no corrobora el sentimiento de esos ingleses bienintencionados que siguen estando convencidos de que su país alumbró la democracia. En realidad, Irán parece tener todos los ingredientes para ser como Occidente, como también es una obviedad que muchos elementos clave de nuestro sincrético folclore religioso, en auge durante la Semana Santa, provienen de mitologías iraníes. Entre otras, la famosa lucha del Bien contra el Mal, o del Mal contra el Bien, que ahora se vuelve contra sus autores. Si prescindiéramos de ambos monstruos, la vida sería más fácil.

Agustín Jiménez

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