MADRID 30 Dic. (OTR/PRESS) -
En su balance de fin de año, el líder del PP ejerció como única alternativa verosímil al todavía presidente del Gobierno. Un riguroso repaso al año 2025, que ha sido "malo para España y pésimo para este Gobierno". Un matiz que me parece relevante: bajo la línea de flotación de su discurso, no se advierten componentes que capitalicen el antisanchismo que empapa los climas de opinión a la izquierda del PP.
Es el síndrome del "malmenorismo" con tendencia a cambiar de bando. O sea, que Sánchez sería el mal menor entre quienes forman parte de su sindicato de socorristas, mientras que Feijóo sería el mal menor entre quienes, desde el propio hemisferio izquierdo, creen que esto ya no da más de sí. Es el drama de los antisanchistas. El de ver cómo la cuenta atrás de Sánchez se hace esperar. Dura y dura, mientras el personaje, en carrera de fondo contra su mismidad, se toma unas largas vacaciones (hasta el 7 de enero) como si no pasara nada, como si los españoles y sus representantes políticos no tuvieran ninguna prisa por cancelarlo.
La impaciencia del antisanchismo también es el drama del aspirante, incapaz de elaborar un discurso alternativo al del persistente anuncio del hundimiento del PSOE y la caída de Sánchez. Ha vuelto a ser el leit motiv de Feijóo en su balance del año que termina: "el año del colapso integral del sanchismo".
El resto de su comparecencia pública de este lunes fue un intento de decir lo mismo de muy distintas formas expresivas. Nada nuevo. Nada que no sea insistir en la debilidad parlamentaria del Gobierno, la corrupción de cercanías (afecta al corazón del sanchismo) y la apremiante necesidad de convocar elecciones. Nada que no sea constatarlo. Nada que nos saque del bucle antisanchista a partir de una obviedad: ningún otro gobernante democrático habría sobrevivido a la insoportable escalada de la desvergüenza en la vida pública durante los casi dos años y medio transcurridos desde que Sánchez se construyó un pedestal de poder con el apoyo de los enemigos del Estado.
En estas circunstancias es lógico que Feijóo se explaye sobre los diez fracasos de Sánchez (parlamentario, vivienda, inmigración, fondos europeos, etc.). Pero también es lógico, por una elemental apelación al principio de realidad, que se tambaleen las predicciones sobre una inminente caída de Sánchez.
Dice el líder del PP que 2026 será el año del cambio porque España ya ha roto con Sánchez y su "deber es construir la España del día después". Con el permiso de Sánchez, habría que añadir, conscientes de que sus costaleros todavía lo ven como el mal menor y por eso sostiene con toda desenvoltura que agotará la legislatura.