Publicado 10/09/2019 08:01

Antonio Casado.- Nubarrones

MADRID, 10 Sep. (OTR/PRESS) -

El último Mapa de Riesgo Político de la Unión Europea (marzo 2019), coloca a España entre los países más inestables de nuestro entorno. Después de publicarse el estudio hubo elecciones (28 de abril). Y lo que está ocurriendo desde entonces (incapacidad de la clase política para formar un Gobierno) no contribuye a mejorar el diagnóstico sino todo lo contrario.

En este tiempo han aparecido nuevos desafíos que amenazan la estabilidad política nacional e internacional. Dentro de nuestro país nos enfrentamos a un horizonte político y económico con nubarrones, como el persistente reto disgregador en Cataluña, amén de los efectos del brexit y el duelo de colosos a escala mundial (guerra comercial China-EE UU).

Eso no es todo. Si ampliamos el foco fuera de nuestras fronteras, toparemos además con otros elementos tan perturbadores como el envejecimiento de la población, cambio climático, ciberataques, propagación de noticias falsas, insoportables niveles de deuda pública (en nuestro país hemos pasado del 20% en 1981 al casi 100% en la actualidad), etc.

Con ese sombrío telón de fondo en la España de la inconsistencia y la interinidad, todas las señales anuncian la convocatoria de elecciones generales para el próximo 10 de noviembre. Serían las cuartas en los últimos cuatro años. Algo rechazado por el sentir general de los votantes y teóricamente reñido con una aspiración prioritaria de estabilidad.

Sin embargo, Pedro Sánchez y sus guionistas, habilitados por las urnas para llevar la iniciativa, creen haber descubierto justamente en las urnas el oculto tesoro de la estabilidad por reactivación de lo que esos estrategas llaman "mayoría cautelosa". Lejos de las extravagancias ideológicas de Iglesias Turrión y, por supuesto, lejos también de un PP aznarizado que bracea por librarse de una mochila sobrecargada de casos de corrupción.

Es decir, una teórica mayor preocupación por buscar en el centro político la estabilidad que por formar un Ejecutivo comprometido con las viejas aspiraciones de la izquierda. Dicho en otro modo: que el sueño de compartir con UP el sueño de "una sociedad de hombres libres e iguales en armonía con la naturaleza" (Iglesias, en el debate de la investidura fallida el pasado 25 de julio) va a quedar para mejor ocasión.

Eso supone facilitar a la derecha el impagable espectáculo de una izquierda a la greña, muy grato a los ojos de Casado, Rivera y Santiago Abascal. Pero también es buscar las condiciones de la gobernabilidad en las urnas del 10 de noviembre, aprovechando, por supuesto interesadamente, los problemas internos que también tienen un PP muy derechizado, un Cs en descomposición, un UP descosido territorialmente, y un independentismo catalán fracturado en vísperas de la "Diada" y la sentencia por el "judici".