MADRID 27 Oct. (OTR/PRESS) -
El primo de Rajoy y los trásfugas han limitado los daños del PSOE en una semana penosa, rematada por ambos partidos con la voladura del Tribunal Constitucional. Rajoy, que lo tenía a huevo con el Gurú-Gore, el video estafa que ha pagado la Narbona y la utilización de la ecología para el lucro, el poder o la rehabilitación de dañadas imágenes (¡vaya apóstoles que se ha echado el telepredicador americano! ¿De que van a dar algunos de esos una conferencia?: de las aventuras de Jesulín, de la arruga bella o de plagios literarios?), se equivocó de registro, de frase y de pedal. Tenía toda una baraja de críticas razonables y sensatas y eligió la única improcedente: frivolizar el problema. Porque el problema es grave y existe. Lo rechazable son sus muy interesados y apocalípticos profetas, esos sumos sacerdotes y oráculos de la catástrofe que claman por las esquinas las diez plagas de Egipto, los cien cataclismos universales y de postre un diluvio.
El otro oxígeno ha sido la covachuela de trásfugas parlamentarios con cuyos votos ha logrado el PSOE aprobar los presupuestos. Ha sido fácil. Han contado con un maestro, con el espejo predilecto en el que tales especimenes se miran y al que, por sus réditos, admiran: Diego López Garrido, topo del PSOE en Izquierda Unida, de cuyas filas huyó con el escaño como botín y que ha obtenido como premio a los servicios prestados el de vocero de su nueva y muy poderosa bancada. ¿Se fijan los escasísimos que son en política los que se dejan al grande por el chico, al poder por la oposición, al cargo por la ética?
El "primo" más famoso de España ha sido el clavo mediático y el trásfuga Calomarde, el salvavidas parlamentario para flotar en medio de la marejada. Pero ni la orquesta de papel ni la filarmónica televisada está pudiendo apagar el ruido de la tormenta. El trueno, el rayo que no cesa y el pedrisco que no escampa se llama AVE, se llama Fomento, se llama Cataluña y se llama Magdalena Álvarez, alias Maleni. La señora de la ineficacia, el tumulto y la mala leche lleva siendo el ojo de los huracanes desde hace muchos meses. De hecho ya son pocos quienes dudan de que es ella misma quien los crea. Y en eso están de acuerdo en Barcelona y en Madrid, Carod y Aguirre, Más y Chaves y por supuesto Montilla, el más enfadado de todos porque encima es el único que no puede decirlo.
El proceso de los desastres catalanes tiene ya una pauta consolidada de la que pueden orgullosamente reclamar derechos de autor: Buscar desesperadamente a quien se le puede echar la culpa. De lo del Carmel, de lo del Prat , de lo del apagón, de lo del AVE . El gobierno catalán al gobierno de Madrid , la ministra a una empresa y la "División Z" a los malignos tiempos pasados del PP. Pero es su afán por evitar las responsabilidades- "no piensen en mi", claman- es lo que les señala a todos como "elefante" de la culpa. A esa Generalitat tan diligentes en extirpar el castellano desde los recreos hasta Franfurt pero tan negligentes en ocuparse de obras, socavones, cables, vías y túneles y de todas esas cosas de comer y de vivir del común de los ciudadanos. A esa ministra que confunde gestión con gritos porque ambos empiezan por G y a ese Gobierno central a quien se le ve cada día el plumero electoral. Centenares de miles de personas tienen que madrugar horas, perder nervios y retrasar trabajos porque Zapatero no tenga que esperar para filmar su anuncio con la tijerita de inaugurar. Y por mucho campaneo, a la gente le pesa más el quedarse hoy de nuevo sin tren, que las profecías de Al Gore, a 200.000 euros la pieza, para mañana.
Dice un buen amigo, que analiza con rigor y equilibrio a pesar de llevar varios decenios en política, que ganará las elecciones quien menos errores cometa en este sprint larguísimo y agotador, en el que van ya todos al límite y cualquiera puede acabar como Hamilton varado en tierra o con el motor gripado por apretar el botón que no debía. Esta semana Rajoy se ha equivocado de botón pero es Z quien tiene el coche en la gravilla del AVE. Y puede que se lo acabe tragando el socavón.
Antonio Pérez Henares.