MADRID 29 Sep. (OTR/PRESS) -
Un buen amigo mío -de una familia monárquica de esas de toda la vida-, siempre que en la etapa de la Transición se refería al Rey lo hacia sin pronunciar su nombre, ni tan siquiera algunos de los calificativos existentes para hablar de la institución que representaba, hablaba sin mas de la "testa coronada". Cuando en una ocasión le pregunté, por curiosidad, porque nunca hablaba del monarca en primera persona me respondió: "porque hay tantos republicanos y tantos monárquicos de boquilla en este pais que nunca se sabe en que cabeza se cenirá tal corona ni el tiempo que podrá sostenerla erguida".
Hace años que no veo a mi amigo, pero nunca he podido olvidar las encendidas conversaciones de entonces en torno a la vulnerabilidad de una institución en la que él creía vivamente, por encima de las circunstancias históricas o coyunturales de cada momento. Seguramente estos días viendo como distintos colectivos independentistas radicales se ha sumado a una ofensiva perfectamente medida y orquestada contra la monarquía y la falta de reacción de muchos en defensa del monarca y la Constitución mi amigo se habrá reafirmado en su diagnóstico y estará ojo avizor sobre los peligros que corre su causa personal y familiar.
Personalmente a mí no me escandaliza en absoluto que ERC defienda públicamente lo que reza su catecismo ideológico , perfectamente reseñado no solo en su programa electoral sino en sus estatutos fundacionales. Tampoco lo hace el discurso de Iñaki Anasagasti, que lleva años levantando la bandera republicana. Lo que mas me preocupa de este clima político -enrarecido aún mas con la quema de imágenes de los Reyes, el escarnio de la figura del Rey y la enmienda presentada en el Senado para que el presidente del Gobierno sustituya al monarca como jefe supremo de las fuerzas armadas- es el silencio cómplice de algunos y la tibieza de otros a la hora de defender ni más ni menos nuestro mandato Constitucional.
Hemos oido al ministro de Defensa hacer un encendido apoyo a la corona, pero no al presidente del Gobierno señalarlo con la misma rotundidad. Hemos oído a un sector del episcopado resaltar en voz baja la importancia de la monarquía como elemento de estabilidad, pero el silencio de la Conferencia Episcopal es ensordecedor cuando desde su emisora se pide la abdicación del Rey y solamente las victimas del terrorismo, -esposas e hijas de militares asesinados por ETA- han dado un paso al frente como representantes de la sociedad civil. Una sociedad civil adormecida e inexistente, incapaz de mojarse salvo en muy contadas ocasiones. Yo, personalmente, no creo que la cosa llegue a mayores, ni veo con ojos catastrofistas el momento político de nuestro pais, pero soy partidaria de la firmeza democrática cuando se trata de defender valores esenciales recogidos en la Constitución que nos dimos todos como elemento clave de nuestra convivencia y 'la testa coronada' ocupa un lugar importante en ella. Eso ni podemos ni debemos olvidarlo.