MADRID 22 Sep. (OTR/PRESS) -
Zapatero no estaba acostumbrado a la crítica de los próximos y se le nota. Está cambiado, incluso agrio. Muy lejos, desde luego, de aquél papel suyo -tan promocionado- de galán de la política ungido de serenidad y talante, dispuesto siempre a soportar con estoicismo las acometidas procedentes de la derecha convencional o de la que acampa en las cercanías del clero. Se nota que las críticas procedentes de los medios que hasta hace poco simpatizaban abiertamente con él y con su gestión al frente del Gobierno, le descomponen.
Todo lo que era para él vivero de ideas y fuente de la que extraía recursos para su limitada fraseología se ha tornado distancia y hostilidad. Las críticas de "El País" desconciertan a las gentes del PSOE. Son muchos los dirigentes de este partido que han reconocido ser oyentes de una sola radio (la SER) y lectores de un solo periódico: El País. Contra Rajoy, Aznar, Arenas o Cospedal estaban mejor; contra ellos no tenían ni tienen problemas de cálculo para la distancia y de elección de calibre para la munición dialéctica. Están entrenados.
Algunos -caso, por ejemplo de Pepe Blanco o Leire Pajín- les pregunten lo que les pregunten concluyen, invariablemente, con una aleluya dedicada al PP. Lo de ahora es otra cosa. Dudan. Repiten que lo que anida tras las acometidas de los medios del Grupo Prisa es un ataque de cuernos por el decreto de la TDT que favorece a Mediapro, su principal competidor en el mercado de la televisión futbolera. Dicen eso, pero no saben qué más decir en respuesta a las críticas (fundadas) que reciben por la reiterada improvisación de las medidas para hacer frente a la recesión económica. Más que preguntarse por las razones del Grupo Prisa, tengo para mí que lo que deberían analizar es la deriva presidencialista de Zapatero. Ahí es donde hallarán respuesta a su desconcierto político actual. Todo lo demás es no querer ver lo que está pasando.