Publicado 21/09/2025 08:00

Fernando Jáuregui.- 45 minutos que podrían haber cambiado muchas cosas

MADRID 21 Sep. (OTR/PRESS) -

Quienes dicen que saben confiesan, sin embargo, qué poco conocen acerca de los cuarenta y cinco minutos a solas y en inglés entre el canciller alemán Friedrich Merz y Pedro Sánchez. Por lo que va trasluciendo de ese encuentro, parece que aciertan quienes creen que la conversación entre el hombre quizá más poderoso de Europa en estos momentos y el presidente del Gobierno de España, al fin y al cabo la cuarta potencia económica de UE, nada tuvo de banal y rutinario: Merz pasa por ser un hombre tranquilo, aunque tenaz en sus planteamientos, y a él lo que le gusta es la vieja, buena, gran coalición, que es la que se practica no solo en la República Federal, sino también, de hecho, en el Europarlamento. O sea, justo lo contrario de lo que se hace en España.

Naturalmente, es probable que nunca nos enteremos ni siquiera de lo sustancial de esa conversación, ni tampoco de la que a las pocas horas mantuvo Merz con su correligionario Alberto Núñez Feijoo -en Alemania, las ideologías no marcan barreras como aquí--; pero lo que trasladan gentes que presumen de haber estado cerca de los interlocutores es que el canciller se esforzó en atenuar el clima beligerante que domina entre los dos principales partidos políticos españoles, un clima de permite que, por ejemplo, Puigdemont se siga presentando caprichosamente como sostén del Ejecutivo y como el verdadero árbitro de la marcha del Estado, un Estado que el fugado quisiera, por otra parte, destruir.

De lo que no me cabe ninguna duda es de que el canciller germano educadamente desarrolló -por separado, claro-- ante los dos principales políticos españoles una idea que en Alemania circula desde los tiempos de Bismarck: los españoles son tan fuertes que llevan siglos intentado destruirse los unos a los otros y no lo han logrado aún. Aún. A Alemania, incluso desde una perspectiva egoísta, le conviene, como le conviene a la UE, una España fuerte, en la que no se utilice, por ejemplo, el doloroso tema de Gaza para debilitar y hostigar al contrario. Y creo que harían bien nuestro próceres políticos, ahora que , de manera un tanto absurda, Francia se desmorona, en aprovechar la oportunidad de pasar a ejercer un poco más de influencia en Europa, cosa que jamás ocurrirá mientras nos sigamos tirando los trastos a la cabeza por una palabra, como 'genocidio', o por cuestiones que siempre son claramente menores, no sustanciales. Con la que está cayendo.

Quizá, si se atendiesen las observaciones razonables de alguien como Merz, cuestionado sin duda en su país por los extremistas, pero garante de la estabilidad en la República Federal, motor auténtico de Europa, otro gallo nos cantaría y otro sería el prestigio de la desgraciada política española. No sé si en el total de poco más de noventa minutos consumidos en sus contactos -por separado, insisto, claro-con los dos políticos españoles que podrían arreglar tantas cosas y no lo hacen, Merz habrá avanzado mucho más que en el mero destacar la buena sintonía que en España todos, correligionarios o socialdemócratas, tienen con él; eso, a los ciudadanos españoles nos sirve de poco. La falta de patriotismo de nuestros representantes, el afán por construir muros y barreras desde el Gobierno y de lanzar la piedra más lejos de la realidad que nunca desde la oposición, hacen inútiles, me temo, loa llamamientos razonables al consenso cuando el clima internacional se está volviendo tan peligroso.

Me gustaría saber que esos minutos con Merz han servido de algo. Que Sánchez llame de una vez a Feijoo a La Moncloa y hablen de cómo solucionar nuestros problemas, los de los españoles, y no se fijen apenas en los derivados de su particular lucha por el poder. Yo me niego a aceptar que los alemanes estén hechos de una pasta y nosotros, de otra. España es un gran país que merecería tener más voz en el mundo -la tendrá la semana próxima, en las Naciones Unidas, y será la del Rey-y que de tanto gritar improperios se está quedando afónico. Merz, ven más por aquí, que te necesitamos: a ver si un día de estos te hacen caso.

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