Publicado 04/11/2025 08:01

Fernando Jáuregui.- Esos jarrones chinos, cada día más necesarios

MADRID 4 Nov. (OTR/PRESS) -

Leo, con cierto escándalo, una entrevista periodística a una muy joven dizque periodista, o quizá politóloga, acogida por varias teles, quizá por sus ideas tan radical como sin mesura expresadas: en esta entrevista, con foto colorida y en contraportada, nada menos, la osada, sin cortarse un pelo, dice que su personaje favorito en la derecha es Felipe González. Sí, ese mismo expresidente, que gobernó el país en circunstancias difíciles durante trece años, y que dijo que los que ocuparon su cargo presidencial y ya han salido de él son como los jarrones chinos: todo el mundo los considera muy valiosos, pero nadie sabe dónde ponerlos.

Estamos en la época del 'revival' y de la reaparición de los jarrones chinos, o quizá ni siquiera sean verdaderamente chinos y sí de imitación. Pero decir que Felipe González es un adalid de la derecha porque se muestra crítico con las cosas que hace su sucesor remoto Pedro Sánchez es, acaso, mucho decir. Como afirmar que el rey emérito fue una desgracia para España -también se lo he oído a un colega de los que se dedican profesionalmente a las tertulias variopintas- me resulta un pelín descontextualizado: pues claro que Juan Carlos I se equivocó, vamos a decirlo así, muy mucho, y se sigue equivocado, ahora firmando libros que él no ha escrito pero sí patrocinado. Pero también hizo cosas importantes por España. Y la Historia hay que contarla completa, con esos balances que tanto molestan a los sectarios.

Precisamente, y ahora que hablamos de ex presidentes, asisto en el Ateneo madrileño a un desayuno con Rodríguez Zapatero, que elogia moderadamente a Felipe VI y se atreve a desear que su hija, la futura Leonor I, lo haga aún mejor que su padre. Mucho viraje me parece ese para alguien que se proclamaba republicano a ultranza cuando vivía en La Moncloa. Así que tanto Felipe como Zapatero buscan su lugar al sol que quizá no sea, en estos momentos de extremismos y vocerío, el que más calienta, ni un sol único -aquí también hay dos soles, como dos Españas--, pero es el que más templa y hace reflexionar. Como José María Aznar, por cierto, que acaba de sacar a la luz un libro, aunque acaso lo más interesante sean las declaraciones que hace cuando le entrevistan a cuenta de su nueva obra: si yo fuese Feijoo, escucharía con mucha atención lo que el refundador de la derecha tiene que decir, y dice. Es, como González y también, aunque se discuta, como Zapatero, un estadista.

Yo pienso que el papel de los'jarrones chinos', y estoy incluyendo también a Mariano Rajoy, a los padres vivos de la Constitución e incluiría al propio emérito si no se comprobase que está, como mínimo, atrozmente aconsejado, es necesario. Sobre todo, en estos tiempos en los que se preparan conmemoraciones y en los que regresa la figura para mí muy poco querida de Franco, increíblemente elogiado por un porcentaje creciente de nuestros jóvenes. Es preciso, pienso, volver la vista atrás sin apasionamiento, comprobar que hay cosas lamentables que se repiten y hechos meritorios que, desde luego, no se repiten y, desde esa memoria, histórica o coyuntural, emitir un dictamen crítico con todo lo que está pasando en este país nuestro.

Y al decir esto me remonto mucho más alto que la mera coyuntura de un Mazón que se va e incluso de un fiscal que se sienta en el banquillo, o de unos delincuentes cada vez menos presuntos que van a volver a pasar por el Supremo o por la Audiencia Nacional. Hay que volver a los grandes conceptos. A España, como en el 98, pero ahora, ay, con muy pocos intelectuales, hay que repensarla -que no es lo mismo que redefinirla, pero sí enmendarla--, y hay que hacerlo desde la experiencia valiosísima de quienes ocuparon las más altas magistraturas del país. Olvidarlos, silenciarlos, despreciarlos, encasillarlos, es una más de las formas de necedad contemporánea: ellos ya están por encima, espero, del juego de tronos de acá abajo.

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