MADRID 2 Dic. (OTR/PRESS) -
Cada día sobrepasamos cotas que aún no habíamos alcanzado, tanto por parte del Gobierno, que nos sobresalta con sus 'inventonas', como de la oposición, que en ocasiones pierde los nervios a la hora del ataque. Y pedir, como se pidió insistentemente el domingo en la manifestación que encabezaba Feijoo, la cárcel para el presidente del Gobierno del Reino de España, quizá la cuarta potencia de la UE, es algo que a mí se me antoja algo semejante a la demasía. ¿Por qué, en qué se fundamenta la petición de prisión para Pedro Sánchez? ¿En que tres de sus colaboradores más cercanos han pisado ya las instalaciones de Soto del Real? Si no hay más, escasa argumentación me parece.
Vaya por delante, para que nadie crea que salgo aquí a defender el 'sanchismo', que pienso que Sánchez, que alguna idea tendría de todo lo perpetrado por sus íntimos colaboradores, debería haber convocado elecciones hace tiempo tras someterse a una cuestión de confianza, que puede que incluso hubiese ganado con algunas nuevas y quizá inaceptables concesiones a Junts de Puigdemont y al PNV siempre dubitativo de Aitor Esteban. Una cosa es el delito penalmente perseguible y punible y otra las actitudes y realizaciones inaceptables desde un punto de vista ético y estético, y aquí englobo no solamente el retorcimiento legal y constitucional que practica Sánchez, sino también algunas de las cosas que han hecho su familia y allegados, su mujer y su hermano señaladamente.
De cara a nuestro prestigio exterior, que decenas de miles de personas vociferen en las calles de Madrid que Sánchez es un delincuente que merece la prisión y que el Gobierno en general es una pura mafia, me parece devastador. Nada nos beneficia. Pero la cosa quizá sea más grave de cara a la pura idea de la justicia: ingresar en prisión es cosa muy seria, y no debería ser tomado ni a chacota ni en vano. Una cosa es el tema penal -e incluso me podría referir al caso, polémico, del fiscal general del Estado- y otra la pureza política y democrática, que en la acción gubernamental suele brillar por su ausencia.
Si le digo a usted la verdad, no creo que Sánchez se haya metido dinero alguno en el bolsillo ni sea merecedor, en este plano, de compartir celda con gente tan pringosa como Cerdán, Abalos o Koldo García. U otros/as que puedan seguirles por la senda carcelaria. Y, continuando con mi verdad, también es cierto que el presidente se ha saltado demasiadas reglas, ha protagonizado demasiados incumplimientos y mentiras como para resultar ya aceptable que pueda seguir por este camino. No recuerdo, en mis muchos años de mirón de lo que ocurre, una legislatura semejante a esta, en la que cada día significa una nueva portada escandalosa para el Ejecutivo.
Pero, en mi opinión, tiene que imperar una mayor mesura en los prados de la oposición, que últimamente se dispara en sus exigencias de que Sánchez dimita y vaya a la cárcel. O en sus afirmaciones, como la de Isabel Díaz Ayuso este domingo, aseverando que ETA prepara el asalto a Euskadi y Navarra; ETA ya no existe y no volverá, a Dios gracias. Cierto que todo esto lo propician los excesos de un Gobierno que nos prometió que nunca haría muchas de las cosas que está haciendo, desde la alianza con Bildu hasta las concesiones a Puigdemont; pero creo que en el Código Penal no figura una sanción específica para quien miente en política. Y, por lo demás, mi concepto de 'mafia' es diferente a lo que encarna el Gobierno, que tampoco es un concepto demasiado bueno, por cierto: ¿qué se estará pensando en la UE cuando el partido que en la Eurocámara se alinea con los mayoritarios habla con tanta soltura de 'un Gobierno mafioso'?¿De veras eso ayuda al PP a conseguir votos, o a arrebatárselos a los despropósitos de Vox?
Es preciso, cuántas veces lo habremos dicho tantos, volver a los prados de una cierta concordia, como la que inspiró el nacimiento de esa Constitución cuyo aniversario celebramos -tan divididos, ay-este sábado. Y creo que los medios también habríamos de reflexionar sobre todo esto, tratando de no ser, dentro de las legítimas opciones de cada cual, tan extremistas como ellos, estos políticos nuestros que han hecho de la batalla su divisa y que a eso se dedican casi en exclusiva.