Actualizado 11/07/2007 02:00

Fernando Jáuregui.- No te va a gustar.- No, Solbes no dimitió, pero...

MADRID 11 Jul. (OTR/PRESS) -

Hubo incluso un confidencial digital -importante- que mantuvo durante más de treinta minutos la 'exclusiva' de la salida de Solbes del Gobierno, junto con las ministras de la Vivienda, Cultura y el ministro de Administraciones Públicas. Y es que en las primeras horas del viernes corrió cual liebre desbocada el rumor de que Pedro Solbes, vicepresidente económico del Gobierno, había al fin arrojado la toalla, harto del último 'quiebro' del presidente Zapatero. Entendiendo como tal quiebro la súbita decisión de anunciar un pago de dos mil quinientos euros por cada niño nuevo nacido en España. Medida ni siquiera consultada al 'mago' de la economía gubernamental, que una vez más fue dejado de lado por el inquilino de La Moncloa.

Pero, siendo cierta la molestia íntima del tranquilo Solbes, no es cierto, me dicen, que haya arrojado la toalla. Ha tenido muchas ocasiones, quizá más importantes y justificadas, para hacerlo a lo largo de una Legislatura en la que le han dejado bastante de lado, convirtiéndolo en el 'superministro económico de la macroeconomía', pero sin potestades sobre departamentos tan importantes para la vida doméstica como, por ejemplo, Obras Públicas, Industria o Trabajo y Seguridad Social.

Y así ocurrió lo que ocurrió. Por ejemplo, con los intentos de sacar a Francisco González de la presidencia del BBVA, que hubo de frenarlos, 'in extremis', un Solbes que nada tuvo que ver con los orígenes del malhadado asunto y que apenas procura no hacer ruido -acaso a veces resulta demasiado silencioso-- y ser eficaz. O sucedió igualmente con el culebrón de las opas múltiples sobre Endesa, un 'affaire' visto con horror indescriptible desde el caserón de la calle de Alcalá en el que, bajo un retrato de Goya, suele desempeñar sus afanes el vicepresidente segundo del Ejecutivo de Zapatero. O ha ocurrido con la financiación autonómica...

En fin, que da la impresión de que Solbes ha tenido ocasión sobrada para enfadarse y dimitir en estos tres años y medio, porque lo suyo es la planificación y predica que los experimentos han de hacerse con gaseosa, no de manera improvisada, a golpes de inspiración súbita. Pero la verdad es que no lo ha hecho. Puede que haya protestado alguna vez, pero nunca ha dado un portazo ni ha lanzado las campanas al vuelo. Ni lo hará, preso de su sentido de la lealtad, hasta que termine la legislatura. Momento en el que, es de suponer, pondrá fin a su incómoda situación actual y se retirará a la actividad privada, ahora que otros (Bono) vuelven a la pública: simplemente, en la sala del Consejo de Ministros existe la sensación de que el 'número tres' del Gobierno no se entiende demasiado bien con el 'número uno'.

Resulta curioso que Zapatero se haya deshecho de todos sus asesores económicos pretéritos: Jordi Sevilla, Miguel Sebastián y, próximamente, se supone, Solbes. ¿Quién queda, quién dicta al presidente las últimas iniciativas, como esos dos mil quinientos euros por bebé? ¿El bastante clandestino director de la oficina de Planificación Económica de La Moncloa, David Taguas, sucesor en el cargo del despeñado Sebastián? No parece. El caso es que, en estos momentos de euforia y de sacar conejos de la chistera, ZP tendría que recordar que sus mejores activos parecen empezar a sentir cierta incomodidad, o quizá vértigo, ante la velocidad -excesiva- que la locomotora adquiere en algunos tramos, dando la impresión de que el maquinista ha perdido, si la tuvo, la hoja de ruta.

Fernando Jáuregui.

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