MADRID 6 Feb. (OTR/PRESS) -
Absurda la manía que tienen algunos, manifestantes por el centro de Madrid o no, de andar denigrando la palabra 'paz'. A mí, la verdad, que utilicen el himno nacional al final de una manifa, aunque sólo concurra a ella una parte de los españoles, me parece hasta bien: ¿por qué monopolizar el himno para actos institucionales, y no sacarlo a la calle?. Que entreviste un periódico -británico, por supuesto, aunque podría haber sido francés o alemán, nunca español- al etarra De Juana Chaos en su lecho de huelguista y con todas las bendiciones carcelarias, me parece uno más de los contrasentidos y locuras que jalonan esto que no se quiere llamar 'proceso', pero tampoco seré yo quien condene un 'scoop' que me gustaría haber tenido para mí.
Ahora bien, que la palabra 'paz' se convierta en símbolo de enfrentamiento entre las dos españas, entre la derecha convencional y la izquierda de siempre, eso ya no. Son tres letras sacrosantas, por las que ha muerto mucha gente. Como 'diálogo'. O como 'libertad'. O 'justicia'. O también 'orden', por poner algunos ejemplos de términos en increíble controversia. La reconciliación entre los dos lados del peligroso abismo que se está abriendo en nuestra sociedad empezará aquí, en este país llamado España, cuando todas las grandes palabras que han significado un avance de la humanidad puedan ponerse en una misma pancarta, detrás de la cual estemos todos los que queremos acabar con quienes nos aterrorizan, nos secuestran, nos chantajean, nos matan. A esos, que son los únicos malos de la película, seguro que no les gusta nuestra manera de conjugar ninguna de las palabras que traducen lo mejor que lleva en sí el ser humano. Y no podemos permitirnos el lujo de excluir ninguna de esas palabras del diccionario de la democracia.
Fernando Jáuregui