Actualizado 03/07/2007 02:00

Fernando Jáuregui.- No te va a gustar.- Perdiendo puntos

MADRID 3 Jul. (OTR/PRESS) -

Tengo la impresión de que el debate sobre el carné de conducir por puntos suscita un interés más vivo entre los ciudadanos que un debate sobre el estado de la Nación en el que ya intuímos lo que se va a decir y que tendrá sus momentos de máximo interés cuando se hable de ETA, que será, ya lo verán, la gran protagonista de las dos intensas jornadas parlamentarias. Acabo de concluir una tertulia radiofónica en la que las llamadas de los oyentes versaron, casi en su totalidad, sobre las bondades y maldades de la legislación con la que nuestras autoridades quieren salvarnos la vida en las carreteras; a nadie se le ocurrió ni remotamente hablar del estado de la Nación, ni del duelo parlamentario entre un Zapatero que necesita remontar y un Rajoy que también. La cuestión se va a resumir en las encuestas posteriores, acerca de quién ganó el último rifirrafe en su género de esta Legislatura, y en la seguridad de que las resoluciones que salgan de la confrontación parlamentaria ni serán muy importantes ni, en todo caso, se cumplirán jamás. Y punto.

Porque lo del tráfico afecta directamente a nuestras vidas, y no estoy muy seguro de que las cuestiones que se susciten en los discursos parlamentarios lo hagan en la misma manera. Tengo la sensación de que la dureza implacable, la inflexibilidad en el trato y en las normas, el afán recaudatorio que parece alentar en los responsables de regular nuestro tráfico está provocando una sensación de hartazgo en el españolito de al volante. Pienso que son muy pocos los que discrepan de la idea del carné por puntos, así como del proyecto de sancionar penalmente algunas conductas claramente delictivas; pero somos bastantes los que no comulgamos con esa especie de consigna que quiere que quien conduzca a veinte kilómetros por hora más del límite fijado -a veces, artificialmente fijado- es una especie de homicida al que hay que poner coto y quitar cuanto antes el permiso de circulación. Prohibir, recaudar -¿por qué los radares no están en las carreteras que realmente los necesitan?- y dictar leyes de carácter represivo parece ser la principal preocupación, en lugar de llegar a una armonía vial que haga que conducir deje de ser una pesadilla.

Cierto: se han ahorrado, dicen las estadísticas, y dice un ufano ministro del Interior, bastantes vidas con los nuevos métodos. Faltaría más. Pero, sin necesidad de suprimir ninguno de los avances legales -que sí, que el carné por puntos es buena cosa-, pienso que, para combatir con eficacia la plaga de los accidentes en carretera, se hace cada vez más necesario un plan más global, que no se pare solamente en las sanciones, a veces desmesuradas, al conductor. Hay siete u ocho ministerios implicados en esa concepción más amplia de la mejora de nuestro tráfico, que pasa no solamente por Interior, sino también por la educación y la cultura, el medio ambiente, las obras públicas, vivienda, trabajo, hacienda e industria. Hasta el Departamento de Exteriores tendría competencias en una comisión interministerial que quisiera contemplar todos los ángulos del problema, porque a través de las embajadas también se pueden reducir los accidentes en suelo patrio.

Pero claro: mientras la planificación urbanística siga supeditada a la rapiña, los planes educativos no contemplen la formación vial y de lo que se trate siga siendo de exprimir al ciudadano contribuyente automovilista, seguiremos con el palo para nosotros y la zanahoria para los otros. A mí, qué quieren que les diga, eso me parece injusto y la mera persecución al automovilista, una simplificación con la que alguno quiere tranquilizarse la conciencia.

Fernando Jáuregui

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