MADRID 14 Feb. (OTR/PRESS) -
Este va a ser un atípico día de los enamorados. O quizá demasiado típico, vista la idiosincrasia nacional. Que consiste, como es sabido, en dividirnos en dos bandos poco amistosos y menos aún amorosos. Así, el violento De Juana, que, la verdad sea dicha, infunde poco amor, es objeto de agrias polémicas acerca de su futuro penitenciario. Y las dos españas, siempre deseosas de alejar las dos orillas enfrentadas al abismo, han encontrado un nuevo motivo de fricción: el tiempo que le queda al sanguinario etarra de estar entre rejas. Anteayer fue la recusación a un magistrado del Constitucional. Ayer fueron unas presuntas (yo creo que reales) grabaciones con insultos de manifestantes al 'número dos' del PSOE, José Blanco. Mañana, no se preocupen ustedes, encontraremos otra munición para arrojárnosla a la cabeza de español a español con afán cainita: el pretexto bien podría ser el juicio del 11-m, sobre el cual no parecen despejadas, ni mucho menos, las dudas. Y, por si las cosas estuviesen claras -para mí lo están bastante: en esto no parece haberse mezclado ETA-, no faltan atizadores mediáticos que se empeñan, como quería D'ors, en oscurecerlas.
Ya sé que es utopía ("seamos realistas; pidamos lo utópico") sugerir que la benéfica influencia de San Valentín ilumine a nuestros oscurecidos dirigentes para que aproximen hoy sus corazones y se pongan de acuerdo en lo esencial para las vidas de nosotros, los gobernados -otros, desde arriba, puede que nos llamen súbditos--: cómo luchar contra el terrorismo, controlar la inmigración, prosperar en el seno de la UE... Pero, al menos, ya que no se envían mensajes de amor, que se dejen de sal gorda y trazo grueso en sus análisis de la realidad. Celebrando al menos así, aunque sea a su torpe manera, la muy comercial festividad que hoy conmemoramos.
Fernando Jáuregui.