MADRID 11 May. (OTR/PRESS) -
Prueba de la degeneración que vive el momento político español es la polémica, no tan subterránea, montada a cuenta de unas palabras muy simples del Rey: "hay que intentarlo", comentó cuando alguien le preguntó qué le había parecido lo ocurrido en el Ulster, donde la paz ha llegado, parece que de forma definitiva, tras una negociación que ha concluido con las dos facciones radicales gobernando prácticamente juntas. El jefe del Estado sólo sugirió que aquí y ahora, en España, único país de Europa donde el terrorismo pervive, "hay que intentarlo". No se puede decir más con menos palabras; es esa lógica aplastante de Juan Carlos de Borbón, que, sin grandes alharacas intelectuales, dice lo que el sentido común dicta.
Pero, ay dolor, parece que, aquí y ahora, el sentido común sea el menos común de los sentidos. Hay que ver las cosas que han dicho ciertos locutores y editorialistas que conocemos y que sustentan posiciones a priori antimonárquicas. Otra muestra de la decadencia, también, de una parte de nuestro periodismo.
Pienso que el jefe de la oposición no puede limitarse a mirar con perplejidad a los periodistas que le comentan las citadas palabras del Monarca. Como si plantear una negociación con los terroristas fuese señal de desdoro, un baldón, un lapsus real. Y todo porque es ahora -ahora; antes, otros hicieron lo mismo- el Gobierno socialista quien lo propone. Cuánta falta nos haría que la oposición, representada por un hombre como Rajoy, respetable y me parece que respetado, se mostrase más realista en según qué temas, ante según qué manifestaciones convocadas según por quién. Y sí, pienso, específicamente, en la manifestación de este sábado.
Y digo que nos hace falta una oposición centrada y hasta centrista porque el Gobierno hace agua. Ha bastado el estallido del 'caso Sebastián' --alguna vez habría de estallar- para que todo el entramado se tambalee. Dicen que habrá una reacción del presidente, que va a variar la línea autosatisfecha de sus mítines. Dicen que se va a poner orden y concierto al caos en la actividad ministerial. Pero también dicen que se advierte un cierto desánimo en la militancia socialista, que ve en el 'caso Madrid' -caso Conthe, caso Sebastián- todo un ejemplo de cosas mal hechas. Y que ve que el llamado proceso de paz en Euskadi corre peligro de naufragio inmerso en el desorden. Que José Blanco haya dicho en declaraciones públicas y Pedro Solbes sugerido en manifestaciones privadas que desean pasar a un segundo plano al finalizar la Legislatura, resulta, desde luego, sintomático.
Así, vemos a un PSOE algo achicado y a un PP algo crecido -muchos eurodiputados 'populares' quieren abandonar su espléndido retiro y volver a la pugna política aquí, 'en casa'-, mientras las "terceras vías", es decir, los nacionalistas, se sienten árbitros y fiel de la balanza. Porque si nunca estuvieron, en esta Legislatura tan peculiar, con el PP, empiezan ahora a no estar tampoco con el PSOE. ¿Significa eso que Zapatero, algo contra la pared, piensa convocar elecciones anticipadas, tal vez en otoño, como sugieren algunos rumores? No estoy seguro: Zapatero empieza a necesitar tiempo para adquirir logros más tangibles que una buena situación económica, que ya venía de antes, y que sus leyes sociales, a algo desgastadas, para convencer a ese millón de votantes que le dio la victoria en marzo de 2004 de que regresen a las urnas. Parece, más bien, que la gente quisiera desertarlas.
Fernando Jáuregui