MADRID 17 Dic. (OTR/PRESS) -
Llegué a casa, casi de madrugada, agitado y, sobre todo, enfadado por una jornada que yo había calificado en una tertulia nocturna como "pésima para la democracia", y le conté a mi mujer el intercambio de despropósitos que se habían obsequiado nuestras fuerzas políticas en el Parlamento. "Fíjate que uno, el portavoz socialista, acusó al PP de querer dar un golpe de Estado como el de Tejero", comenté. "Ah pero ¿Tejero vive", me respondió, dando una muestra de lo desconectada que está la gente 'normal' de las barbaridades que se lanzan en la Cámara Baja, foco de todas las tensiones y de todos los despropósitos.
"No lo sé", respondí. "Y dudo que muchos sepan si ha muerto o si vive y sigue pintando esos cuadros que parece que se vendían bien entre los de su 'pensamiento', por decir algo". Y añadí: "pero invocar al golpista Tejero en relación con lo que ha pasado estos días en el Parlamento , es una sandez; lo único que queda de Tejero en el Congreso, afortunadamente, son los impactos de las balas en el techo, que es lo que vienen a ver los visitantes en la jornada de puertas abiertas".
Pienso que el portavoz socialista, Felipe Sicilia, que fue quien trató de agraviar a la bancada popular -que antes había agraviado a los socialistas, que a su vez antes... etc_, tiene ya edad y luces suficientes como para saber que invocar el nombre del infausto teniente coronel de la Guardia Civil, vergüenza hoy de la memoria del Cuerpo, por algo ocurrido hace más de cuarenta años, es una solemne necedad. Claro que no fue el único despropósito de una jornada parlamentaria, la de este jueves, para olvidar. Solo sirvió para desprestigiar al Legislativo, mal conducido por una presidenta de la Cámara incapaz de garantizar el orden y la imparcialidad, cabrear aún más al Judicial, que tampoco es que esté dando grandes muestras de acierto en estos lances, y para poner en evidencia a un Ejecutivo que se quiere hacer con los mandos de la nave, todos los mandos de todas las naves del Estado, y la languidez de la oposición para dar las respuestas adecuadas.
No, claro que lo de Sánchez, remendando por su cuenta el Código Penal en beneficio de unos sediciosos -ex sediciosos, perdón- que quisieron proclamar a su aire la independencia de Cataluña, y encima aprovechando la ocasión para tratar de colar a sus candidatos para poder controlar el Tribunal Constitucional, es de órdago: una chapuza legislativa, un agravio a la ética y a la estética de la política. Pero no es, contra lo que dicen algunos en la oposición y ciertos compañeros míos de profesión, un golpe de Estado. Y lo mismo digo del error cometido por el Partido Popular de no haber facilitado, tal vez con la intención de seguir controlándolo, la renovación del gobierno de los jueces; pero eso tampoco es, por mucho que Pedro Sánchez y su coro lo repitan, un atentado contra la Constitución.
Ni lo es el espectáculo algo sonrojarte de determinados magistrados poniéndose la zancadilla unos a otros en beneficio de quien los nombró o para perjuicio de quien nombró a los del bando --sí, bando-- contrario. Ni siquiera es tan grave como un golpe de Estado, que es término que se nos va a desgastar y deformar de tanto usarlo en vano: todo lo ocurrido y actuado estos días es, simplemente, un bochorno, una opereta en la que se sueltan cosas que no son verdad y bobadas como la de Tejero, que debe estar, y bien que lo siento, partiéndose de la risa viendo que algunos aún conservan su memoria, aunque me temo que no saben muy bien quien es ni, en su confusión e incultura, si era él el del caballo de Pavía o era otro.
Leo a Arturo Pérez Reverte una diatriba feroz contra esa clase política que sale y entra del y en el Congreso y en el Senado para aplaudir las tonterías más gordas -que sí, que los suyos aplaudieron a Sicilia cuando dijo lo del tejerazo con togas, palabra de honor- y estoy a punto de mostrar mi adhesión al ex compañero y gran novelista. Las jornadas parlamentarias de los últimos días tienen que hacernos reflexionar -también a los medios- sobre la necesidad de una regeneración política en toda regla. Porque esto se va convirtiendo en una gran puñeta, togada o con tricornio, que nada tiene que ver con una democracia sana en un país avanzado.
En fin, el lunes más, y ahora será con malabares magistrales (de magistrados, quiero decir, que no otra cosa). El caso es no dejarnos descansar de tanta barahúnda inútil y dañina ni en tiempos de Navidad.