Publicado 10/01/2019 08:01

Francisco Muro de Iscar.- Alto riesgo

MADRID, 10 Ene. (OTR/PRESS) -

"Seamos realistas. Pidamos lo imposible", fue una de las principales consignas del movimiento estudiantil francés de mayo de 68, cincuenta años atrás, que en España apenas tuvo repercusión entonces salvo en algunas élites universitarias y que, en pequeña medida, fue un antecedente del 15 M español. Ahora parece que quienes quieren ser realistas, pidiendo lo imposible son los que están en el otro extremo de las ideologías. Puede que los extremos no siempre estén tan lejos o que sus actitudes sean similares porque buscan el mismo objetivo: desmontar el sistema democrático.

El comportamiento de Vox, los titubeos del PP y la actitud de "yo no quiero saber nada" de Ciudadanos pueden acabar dando de nuevo el poder al socialismo que no ha sido capaz en cuarenta años de sacar a Andalucía del pozo y que ha construido una red clientelar perversa. Los dirigentes de Vox saben que piden lo imposible en asuntos enormemente complejos como son la inmigración o la violencia de género. Pero saben también que es el camino más fácil de captar a un electorado que está harto de las mentiras y la inacción de los políticos, de su absoluto desinterés real en el bien común, en los intereses reales de los ciudadanos. No hablo sólo de Andalucía, donde los políticos han manejado la política como si fueran los dueños -y de hecho lo eran- del cortijo. Podemos hablar de otras autonomías y de otros hechos muy distintos, como Extremadura, Baleares o Cataluña, donde también los problemas reales de los ciudadanos ocupan un lugar menor en las preocupaciones de los políticos que les dirigen. Vox se puede cargar el cambio que demanda Andalucía, pero también los extremismos pueden acabar con la leve mejoría de la economía y con la insuficiente pero efectiva creación de empleo en España. Especialmente porque tenemos una convocatoria electoral a cinco meses vista y otra general que puede producirse en cualquier momento. Mientras, todos los organismos internacionales rebajan sus previsiones de crecimiento, los más optimistas hablan de un "impredecible y negativo año para los mercados" y los menos optimistas señalan que la crisis que viene "se parecerá mucho a la de los años 30". No hemos aprovechado la crisis para hacer las reformas necesarias y los sindicatos ya amenazan al Gobierno con huelgas y movilizaciones si no cambia una reforma laboral que ha creado muchos empleos en estos años, aunque haya aumentado la precariedad, y que han pactado con un Gobierno inestable, que ha excluido de las conversaciones a los empresarios.

Este va a ser, además, un año político difícil, con el gran juicio a los políticos independentistas catalanes, con un Gobierno absolutamente inestable y con una oposición adolescente que todavía no ha dado el estirón y se debate en sus propias contradicciones. El problema de fondo es que la cultura democrática está cayendo en España, está bajando de calidad, es pobre, retórica y de un nivel de debate deplorable, como señalaba hace poco el ex ministro Javier Solana. "Eso de la imaginación al poder, también consigna de mayo del 68, no lo hemos copiado porque hace falta ingenio, consenso, mucho trabajo, generosidad con los otros y escuchar a los ciudadanos. Y no parece que ni los de Vox ni los otros estén por la labor.