MADRID 6 Mar. (OTR/PRESS) -
"La política no es cosa de agitación, sino de ideas. No es cosa de pancartas, sino de proyectos". "La oposición no se hace, ni mucho menos la alternativa, agarrándose a la primera pancarta que pasa por la calle". "Se está intentado sobrepasar al Gobierno no por las urnas sino por la presión de la calle". Quienes salen a la calle son "agitadores del resentimiento que ladran su rencor por las esquinas". Esta teoría sobre el derecho a la manifestación la labró José María Aznar durante su segundo mandato como respuesta a las sucesivas protestas que tuvo que soportar el Gobierno del PP por la pésima gestión de la catástrofe del Prestige y por su fervorosa y unilateral adscripción a la ilegal guerra de Irak.
Parece evidente que esta filosofía ha caducado, que el Partido Popular ha descubierto la calle como elemento de desgaste del Gobierno y está dispuesto a estrujar la fórmula hasta extraer la última gota. Mariano Rajoy ya ha anunciado que será el convocante de la próxima. Poco cabe reprochar a quien hace uso de un derecho constitucional. En el fondo, nada que discutir; otra cosa es la forma, el cómo, el con quién y, sobre todo, el sobre qué. Casi todas las manifestaciones y concentraciones a las que se ha sumado el partido de Rajoy en los últimos meses han tenido como objeto la protesta feroz contra la política antiterrorista del Gobierno, con lemas referidos a la negociación y a la claudicación del Estado frente a ETA, que se han demostrado falsos. La misma banda terrorista, en su último comunicado hasta ahora conocido, reprochó al Gobierno la mala marcha del proceso por haber puesto los límites "en la ley y en la Constitución". El atentado de Barajas fue la respuesta a esa posición de firmeza.
Frente al principal postulado del Pacto Antiterrorista, el de "eliminar del ámbito de la legítima confrontación política o electoral el terrorismo", el Partido Popular ha decidido tomar el camino inverso y situar estas políticas en el centro de la pelea política. La siembra de dudas sobre la instrucción del sumario por la matanza del 11M y la oposición frontal al proceso de final dialogado de la violencia, avalado por el resto de las fuerzas políticas en el Congreso de los Diputados, son las dos obsesiones del principal partido de la oposición.
Mientras tanto, José Blanco anuncia un nuevo vídeo sobre la generosa política antiterrorista con la que el gobierno Aznar respondió a la anterior tregua de ETA. Me da la sensación de que ya está todo dicho, que los ciudadanos bien informados tienen los elementos suficientes para juzgar el pasado y el presente y que lo harán a su debido tiempo, cuando sean convocados a las urnas. Es verdad que queda un año para ello y es imprevisible si el hartazgo actuará como elemento movilizador o desmotivador para los votantes. Mientras tanto las encuestas se aprietan, pero frente al presidente vendepatrias, cobarde y claudicante y al aspirante salvador que nos presenta el PP, los ciudadanos siguen prefiriendo al primero. Y eso Rajoy se lo tendría que mirar.
Isaías Lafuente