Publicado 09/02/2024 08:00

Julia Navarro.- Tolerancia cero

MADRID, 9 Feb. (OTR/PRESS) -

Sí, ya sé que en estos momentos la situación política en nuestro país es de lo más convulsa: ahí están las protestas de los agricultores, o la votación en el seno del Consejo Fiscal en que la mayoría quiere dar luz verde a las investigaciones sobre Carles Puigdemont y compañía por los disturbios protagonizados por Tsunami Democratic en el 2019 avalando con su decisión las investigaciones que lleva a cabo el juez García Castellón.

Pero en el mundo pasan otras cosas no menos importantes. Verán, todos los días es el día de algo, pero hay días y días y esta semana se ha celebrado el Día Internacional de la Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina. Y no es un día más porque, según Naciones Unidas, en el mundo hay sesenta y ocho millones de niñas en peligro de sufrir mutilación genital. Si, sesenta y ocho millones. Una cifra estremecedora.

Me llegan a través de Entreculturas dibujos realizados por niñas de Etiopía, Sudán, Kenia y Uganda, a las que acompañan a través del programa LA LUZ DE LAS NIÑAS, encaminado entre otras cosas a luchar contra esa tortura que sufren millones de niñas en el mundo.

Leo la historia de Salma, una niña somalí de once años refugiada en Etiopia que se ha salvado de la mutilación genital gracias a la decisión de su madre.

A Salma su madre le contó que su padre y la comunidad del pueblo habían decidido que tanto ella como su hermana debían pasar por el rito de la ablación del clítoris, pero que quería salvarlas de esa tortura, que ella misma había padecido. Lo consiguieron y hoy están refugiadas en Etiopía. Ahora Salma sueña con ser maestra y ayudar a otras niñas.

Ese es un ejemplo. Pero les cuento más. Esta semana Asha Ismail me invitó a un coloquio sobre la situación actual de esta lacra. Para quienes no la conozcan les contaré que ASha puso en marcha en el 2007 Save a Girl Save a Generation, es decir quien salva a un niña salva a una generación. Ella sufrió la mutilación genital allá en su aldea situada entre Kenia y Etiopia.

Hace tiempo que la conozco y aún me revuelve el alma cuando la escucho contar su historia, aquel día en que siendo una niña, tenía cinco años, su madre y su abuela le explicaron que se iba a llevar a cabo su purificación.

Recuerda cómo le metieron un trapo en la boca para que no dejara escapar los gritos de angustia y dolor mientras una mujer de su aldea llevaba a cabo la infibulación. Unas cuchillas sirvieron para cortarla el clítoris. Una costumbre a la que someten a tantas y tantas mujeres porque tener clítoris provoca el rechazo de la comunidad. La infibulación consiste en la extirpación del clítoris y los labios mayores y menores. Sin anestesia, sin ningún calmante. Después con una aguja cosen la apertura dejando un pequeño orificio para expulsar la orina y la sangre de la menstruación. A partir de ahí dolor, infecciones, pesadillas.

Asha guarda en la memoria el calvario de dolor que vivió después de sufrir aquella salvajada. Pero ella no se conformó. Desde ese día ha dedicado su vida a intentar impedir que otras niñas sufran lo que ella sufrió, a que arrastren las consecuencias físicas y psicológicas de lo que supone la mutilación genital, de explicar que en el Corán nada se dice de esa costumbre.

Es una activista de los derechos humanos, de los derechos de las niñas, y sigue en primera fila luchando contra la mutilación genital y contra los matrimonios forzados. Porque ella también pasó por esa experiencia: la entregaron a un hombre que se convirtió en su marido y con el que la noche de bodas se convirtió en un suplicio. Tuvo una hija y en ese momento se prometió a sí misma que su hija no pasaría por el mismo tormento que ella. Quizá por eso la puso por nombre Hayat, que significa vida.

Asha suele decir que hay que trabajar todos los días contra está práctica milenaria. Ella lo hace. Su historia es la de una mujer que aún arrastra las consecuencias de la mutilación.

Solo a través de la educación, de concienciar a la sociedad de los efectos terribles de estas prácticas, se puede acabar con las mismas. Pero no es algo que se pueda conseguir de un día para otro. Por eso aunque sea una vez al año conviene recordar que hay millones de niñas en riesgo de sufrir esta mutilación, está tortura.

Tenemos que escuchar los testimonios de niñas como Salma o mujeres como Asha, porque nadie mejor que ellas puede hablar y dar a conocer lo que significa la mutilación genital.

Su causa es la causa de todos los que defendemos los derechos humanos, mujeres y hombres. Y es una causa que no podemos olvidar por más que haya otros asuntos que ocupan los titulares de los medios de comunicación.

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