Publicado 19/05/2021 08:00

Julia Navarro.- Lo que el viento no se ha llevado

MADRID, 19 May. (OTR/PRESS) -

Mientras Ivan Redondo intenta entretenernos con un viaje al futuro, nada menos que al 2050, hay quienes al pensar en el presente creen que diez años después no queda nada de aquel movimiento denominado 15 M que dio paso a que un grupo de jóvenes irrumpiera en la política decididos cambiar todo de arriba abajo, al grito de "no nos representan" dirigido nada menos que al Congreso de los Diputados.

Me permito discrepar. Sí, sí queda mucho de aquel movimiento, otra cosa es que la aportación de Pablo Iglesias y compañía a la política española no haya sido ni mucho menos la esperada.

Para empezar trajeron y han dejado instalado, la idea de las dos Españas. Todo lo que se había cosido en la Transición, ese deseo de superar la Guerra Civil y el franquismo, Iglesias y los dirigentes de Podemos decidieron que no servía.

De manera que durante estos últimos años todo aquel que ha discrepado con ellos, que ha defendido y defiende la Transición y por tanto la Constitución, fue y es tachado poco menos que de fascista. Si, esa palabra que pone los pelos de punta y que hacía muchos años que ya no se utilizaba, pero que desde Podemos introdujeron en la discusión política y de repente parecía que el país entero estaba, está, repleto de fascistas.

También Iglesias y compañía abrieron la puerta blanqueando a las opciones políticas independentistas y de rebote a Bildu.

Y sí, Podemos lleva un tiempo perdiendo apoyo en las convocatorias electorales, pero algunos de sus miembros están sentados en el Consejo de Ministros y por tanto con mando en plaza.

Diez años después Pablo Iglesias ha dado un paso atrás después de haberse dado un batacazo en las urnas madrileñas, pero su legado está ahí, y no sé yo si será fácil desmontar tanta ira, tanta animadversión, ese lenguaje de considerar poco menos que enemigo a todo aquél que no tenga un pensamiento podemita.

Así que diez años después una parte de la sociedad se ha podemizado, y el PSOE ha sufrido una transformación de tal magnitud que resulta difícil reconocer el partido que fue con el partido que es hoy.

Desde el minuto uno en que Iglesias y los suyos se sentaron en el Consejo de Ministros fue su programa el que se impuso, el que Pedro Sánchez ha ido ejecutando, olvidándose de sus compromisos y de sus votantes.

Y así sigue. Pablo Iglesias ya no está en primera línea, pero su presencia es palpable en la podemización del PSOE.

Quizá porque a Sánchez le falta la consistencia ideológica de Iglesias, pero el caso es que el Presidente gobierna para una parte de la sociedad pero no para toda la sociedad, ni siquiera gobierna para buena parte de los que le votaron en su día.

Así que diez años después del 15-M, y con Pablo Iglesias aparentemente retirado de la política, la huella de aquel movimiento y del propio Iglesias sigue impregnando la política española. Y me temo que no para bien.

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