Publicado 22/02/2022 08:01

Luis del Val.- Boca abierta

MADRID 22 Feb. (OTR/PRESS) -

El atajo del que se ha servido Francina Armengol para dejar fuera de la Constitución parte de su Artículo 3 ha sido deslumbrante. Ni reforma constitucional, ni debate previo, ni zarandajas que hacen perder el tiempo. A la boticaria Francina Armengol le ha bastado ordenar que, en la autonomía de Baleares, el español deje de ser la lengua del Estado en las escuelas. Ni se reconoce que se tenga la obligación de usarla y el derecho a aprenderla, ni obligaciones molestas. En Baleares, la lengua vehicular será el catalán, y el español -como el Swahili, el Inglés, o el Rumano- será una más de las lenguas.

Es muy probable que la boticaria Armengol haya cumplido uno de sus sueños juveniles, cuando militaba en el secesionismo estudiantil, mientras hacía la carrera de Farmacia en Barcelona. Acabada la carrera, no es de esos políticos que pasan de la Universidad a cobrar de un partido político, sino que, valientemente, se marchó a la actividad privada y trabajó en la farmacia propiedad de su familia, arrostrando la penosa circunstancia de tener que pasar la entrevista personal para ocupar un puesto de trabajo. Parece que la boticaria Francina Armengol estuvo brillante, y sus padres no tuvieron más remedio que concederle el puesto de trabajo. A partir de ahí -y me imagino que causando un grave pesar a los negocios familiares- abandonó la botica y se dedicó a la Política, yendo de éxito en éxito, hasta llegar a esta Reforma Constitucional, tan sorprendente, tan imprevista, que destierra la lengua del Estado, algo inimaginable en cualquiera de los países de la Unión Europea, seguramente por no haber alcanzado el grado de deslumbrante progresismo de nuestra boticaria en proyección universal.

Es bastante probable que haya recursos y el Tribunal Constitucional falle en contra de esta medida, que ha dejado a no pocos con la boca abierta. Es el único recurso que nos queda: mantener la boca abierta para que quienes hablamos la lengua del Estado podamos usarla en Baleares. A no ser que, en próximas etapas, se considere un delito. Los casi tres millones de turistas que visitábamos Baleares deberemos buscar otros destinos.

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