Actualizado 20/02/2007 01:00

Luis Del Val.- La realidad artificial

MADRID 20 Feb. (OTR/PRESS) -

Si en una empresa se diseñara un nuevo producto, o se reformara el anterior, y se gastara una pasta gansa en publicidad, y lograra atraer la atención de los medios estatales y regionales hacia el producto y, luego, la aceptación por parte de la clientela fuera bastante menor que ante las manufacturas anteriores, se pedirían responsabilidades y habría cambios en el banco directivo. Con el nuevo estatuto andaluz -el nuevo producto- ha sucedido algo semejante, pero que nadie se inquiete que en los campamentos de la reserva política sus ocupantes toman los estatutos por la mañana, los ponen frente al espejo, y le preguntan si hay algún estatuto más bonito que el suyo, y al ver que el espejo esta acojonado, se vuelven muy contentos a su despacho.

Dijeron los padrinos estatutarios que en el nuevo estatuto residía el porvenir de los hijos de los andaluces. Y, una de dos, o los andaluces son unos padres infames, a los que les importa una higa lo que vaya a ser de sus hijos, o el auspicio era más falso que el duro sevillano de finales del XIX.

Entre la "realidad nacional" y la realidad se pasa por la realidad artificial, la que se fabrica en los castros políticos, la que se bruñe en los aparatos de los partidos y la que llena de satisfacción a todos los que intervienen, desde el diseño a la venta, aunque la venta sea desastrosa. No importa, porque no hay más vendedores que los que están, y es muy difícil conseguir una nueva licencia. Al no existir demasiada competencia, sucede como con la telefonía, que las compañías se ponen de acuerdo para subir los precios. Paga el contribuyente. De su bolsillo proviene el dinero con el que se abonan las campañas, de su bolsillo procede lo que, después, le concederán los del campamento, como si fuera una dádiva generosa, y, encima, él les dará las gracias...

Luis Del Val.

www.luisdelval.com

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