MADRID 9 Oct. (OTR/PRESS) -
La presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho, protagoniza en estas horas un embrollo político de considerables dimensiones, tras haber hecho pública su propuesta para atemperar el radicalismo independentista. Tampoco era una cosa del otro mundo lo de la catalana, algo así como pretender que Cataluña pudiera pactar particularmente un nuevo sistema de financiación con el Gobierno central, de su mismo partido. Se ha organizado el gran escándalo y personalidades del Gobierno y del PP y sus autonomías han salido al paso de la propuesta de su compañera para descalificarla, unos más directa y contundentemente que otros. Y en los demás partidos tampoco ha recibido bendiciones, más bien descalificaciones. Parece, pues, que Alicia actuaba por su cuenta y sin haberlo pactado con los suyos, a no ser que sí lo hiciera con Rajoy y éste ahora se calle, cosa que sería muy suya. La situación política de Cataluña no va a encontrar una solución por caminos raros e inviables, pues el problema es el estallido del independentismo, y de eso es de lo que hay que hablar, aunque sea en contra.
En fin, hay mala gente pero también gente bien intencionada y de luces políticas penumbrosas, como sería el caso de Alicia. Un problema trascendental habrá que abordarlo desde los ingredientes de la gravedad y no echando al ruedo ocurrencias que ni aceptan los compañeros de los ocurrentes, ni los adversarios, ni los enemigos. Con todos mis respetos y mi simpatía, esta Alicia se ha lucido la pobre. Vamos a ver si entre todos nos tomamos muy en serio la cuestión catalana y nos dejamos de aproximaciones chuscas que solo pueden conducir a un mayor enervamiento de las posiciones. Yo escribí aquí hace no mucho algo así como que mi visión del problema es de respeto infinito a las posiciones de todos, de apoyo eterno al mayor autogobierno posible de Cataluña y de ingenuo ruego de que los que nunca fueron independentistas reconsideren su viraje y vuelvan a los 23 años de Gobierno de Jordi Pujol, todo lo catalanista, todo lo autogobiernista que se quiera, pero jamás independentista. Pues por ahí.