MADRID 8 Nov. (OTR/PRESS) -
Si la visita animó a ceutíes y melillenses, más animó, sin duda, a las reales personas, que llevaban mucho sin recibir adhesiones tan inquebrantables de las señoras, de los transeuntes, de los niños de los colegios y de las autoridades locales con banda al pecho. Nunca habían pisado nuestras ciudades del Norte de África, sólo de príncipes, de modo que el destino del viaje no podía ser más a propósito para el buscado baño de masas, pero ¿también lo era la ocasión? A juzgar por la que se ha armado en Marruecos, que además celebra estos días fastos patrióticos, no parece que la ocasión fuera ni perfecta ni maravillosa, pero yo no me fiaría de las apariencias en lo tocante a las testas coronadas, pues pertenecentodas ellas a una especie de Internacional Multinacional (la de los Reyes) contruída sobre un fuerte sentimiento corporativo, de apoyo mutuo y desupervivencia, por no hablar de los vínculos familiares que suelen unir a los monarcas.
De "hermanos" se tratan, por cierto, Juan Carlos I y Mohamed VI, y en esa fraternidad, en ese afecto, en esa sintonía, podría hallarse alguna clave. Se trata, naturalmente, de una conjetura, de una posibilidad tan sólo, si bien no enteramente descabellada: el propio Mohamed habría dado luz verde a Juan Carlos para el viaje, con el fin de echarle una mano, bien quereservándose la más enérgica repulsa por el mismo de cara a su pueblo. La intimidad y el aprecio personal de los dos mandatarios, avalarían la posibilidad, pero es que sin el consentimiento tácito del Rey de Marruecos, conseguido por el Rey de España o por el Gobierno, lo más probable es que se hubiera seguido sin hacer ese viaje.