MADRID 11 May. (OTR/PRESS) -
No es noticia que el Rey don Juan Carlos, que Dios guarde, es hombre de trato llano, francote, casi familiar, y, si me permiten la licencia, hasta algo cuartelero. Cuentan -se non è vero è ben trovato- que en cierta ocasión, hace ya muchos años, llamó por teléfono con cierta urgencia a la casa de su hermana la infanta Doña Pilar. Atendió la llamada una sirvienta, que preguntó de parte de quién. "Del Rey", fue la respuesta. "¿Del Rey de dónde?", inquirió la doméstica, seguramente pensando en Simeón de Bulgaria, buen amigo de la familia Gómez-Acebo y Borbón, o en alguna otra persona de la realeza europea. La respuesta de Don Juan Carlos (según cuentan, insisto) fue castiza y cuartelera: "¡Del Rey de aquí, coño!". Si cuento esto es para significar que nuestro Rey suelta muchas cosas que serían indiscreciones imperdonables en un diplomático, o provocaciones en un político, pero que en él son muestras de confianza, que yo me malicio que a veces son mucho menos espontáneas de lo que aparentan.
Este modo de proceder de Don Juan Carlos se ha venido apoyando en una norma no escrita, pero observada escrupulosamente desde hace decenios, que consiste en que las personas que hablan con el Rey pueden contar luego lo que le han dicho, pero no lo que el Rey les ha dicho a ellas. Esta forma de proceder está llena de lógica, porque la misma cosa dicha por un particular no es igual que si la dice el Rey, y si se diese a conocer todo lo que éste dice en conversaciones informales o de corrillo, resultaría que no podría abrir la boca sin exponerse a las más variopintas interpretaciones de sus palabras.
El miércoles, sin embargo, ocurrió que el Rey dijo algo a un grupo de periodistas en un corrillo, y éstos se creyeron que eran declaraciones para publicar, como si se tratase de Pepiño Blanco. No me quiero meter en el contenido de lo que dijo o dejó de decir el Rey. Sencillamente, prefiero darlo por no oído. Qué quieren ustedes: uno es del plan antiguo, y aún se cree la norma no escrita que acabo de contarles. Sólo diré que desde ahora el Rey ya sabe, o debe saber, que aquello de decir cosas en la confianza de que no le serán reproducidas en los medios se acabó para siempre. En otras palabras, que no me extrañaría que desde ahora Don Juan Carlos no abriese más la boca en reuniones o recepciones, o incluso audiencias privadas, más que teniendo presente que cualquier cosa que diga será susceptible de ser comentada en "Salsa Rosa".
Ramón Pi.