MADRID 25 May. (OTR/PRESS) -
No sé ustedes, pero yo llevo semanas, días pensando si quedarme en casa el domingo 27 o ir a votar, finalmente he decidido acudir a las urnas pase lo que pase. Un tema al que llevo dándole muchas vueltas porque desde hace un tiempo, concretamente desde las últimas elecciones generales, siento un gran desencanto por la actitud de una clase política que está más interesada en ganar pequeñas cuotas de poder, que en defender y mejorar la vida de unos ciudadanos a los que todos dicen representar pero a los que no se escucha, a los que nadie pregunta si el tono agresivo que emplean en sus discursos es el que esperamos de ellos, o si por el contrario deberían comportarse con más respeto para evitar ese clima de cabreo generalizado que se ha instalado en la sociedad española y que recorre el país de Norte a Sur y de Este a Oeste, hasta el punto de enfrentar a amigos contra amigos y a unas familias contra otras.
No sé quién fue el primero en encender la mecha de estos desencuentros sociales e ideológicos, en el que vive instalada una parte de la sociedad, pero sí que los españoles no nos merecemos esta fractura social. Y no nos la merecemos porque el camino hasta llegar a disfrutar de la democracia que tenemos, ha sido largo, difícil, tortuoso y lleno de renuncias personales e ideológicas. Volver una y otra vez al pasado, a la Guerra Civil, si no es para evitar que se repitan los errores de entonces, demuestra que no hemos entendido nada de lo significó el espíritu de la Constitución y de la Transición.
No hace falta más que leer lo que dicen las encuestas para comprender que lo que mayormente preocupa a los españoles, no es sólo si el Gobierno ha mantenido contactos con ETA o si algún miembro de Batasuna saldrá elegido por sufragio universal, sino esos otros problemas cotidianos que son a los que tiene que enfrentarse la gente cada día al levantarse, y que podrían resumirse en tres o cuatro.
La falta de viviendas para quiénes no tienen una saneada cuenta corriente y un sueldo a prueba de subida de tipos de interés. Más seguridad en el trabajo: que no estés a merced de cualquier empresario desaprensivo, o de que llegados a los cincuenta te manden a casa porque ya no sirves para nada que no sea ir a comprar el pan o hacer la ruta del colesterol. Más atención a nuestros mayores. Sólo quienes tienen un padre o una madre que ha pasado la barrera de los 80, y que no pueden valerse por si mismos, saben lo que sufren quiénes no tienen una pensión que haga frente a los altísimos costes de las residencias, tanto públicas como privadas, o a la contratación de una o un empleado de hogar que se encargue de sacarles a pasear al parque cuando las piernas les flojean y ya no pueden valerse por sí mismos. También hace falta más dedicar mucho más dinero para investigar enfermedades prácticamente desconocidas entre los profesionales de la medicina.
¿Tan difícil es que por unos días los políticos se olviden de sus pequeñas miserias y vuelvan los ojos hacia quiénes con su voto les permiten estar ahí, en el Ayuntamiento o en los Parlamentos? Debe serlo, aunque en honor a la verdad hay que decir que son muchos también los que trabajan codo con codo con sus conciudadanos. A ellos va mi voto.
Rosa Villacastín.