Kinect vive su peor momento: ¿Se reunirá en el cielo con el Mega CD?

Nuevo Kinect
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MADRID, 22 May. (Carlos Hergueta/Portaltic) -

   El sensor Kinect está en horas bajas. Faltan juegos, su utilidad real para controlar el sistema operativo es una incógnita y, por si fuera poco, ya no es parte de un todo indivisible junto a Xbox One, ahora que se ha anunciado un nuevo 'pack'. Parecen los primeros signos de su extinción. Pero antes de ponernos apocalípticos, repasemos su trayectoria.

   Kinect se presentó en el E3 de 2009 y su tecnología resultó sorprendente, en lo que parecía la reacción de Microsoft al éxito arrollador de Wii y su mando de control con movimiento. PS Move también se presentó ese año, pero ni resultó tan sorprendente, ni Sony era tan ambiciosa, ni se había gastado tanta pasta en desarrollarlo. El accesorio de Microsoft se presentó como Project Natal y le esperaba un prometedor futuro.

   Su lanzamiento como accesorio de Xbox 360 se produjo a finales de 2010 y su éxito fue enorme y digno de un récord Guiness al periférico más rápidamente vendido de la historia. Entre el 4 noviembre de ese año y el 3 de enero de 2011 se vendieron 10 millones de unidades. Espectacular.

   Sin embargo, al igual que ocurrió con Wii, tras la sorpresa inicial de algunos juegos que sí resultaban originales e innovadores, las impresionantes cifras de ventas no estuvieron acompañadas de lanzamientos que justificaran el uso de esa tecnología y, lo que duele más al consumidor, la inversión de dinero.

   El tiempo fue pasando y la calidad de los juegos para Kinect era mediocre, por mucho que las grandes desarrolladoras utilizasen sus grandes sagas. Las adaptaciones de Dragon Ball, Star Wars o Harry Potter aún resuenan como el eco del fracaso de una tecnología muy interesante que no consiguió sustituir al mando, por fallos como la falta de precisión en la detección y experiencias poco profundas.

   Quiero dejar claro que la tecnología de Microsoft me impresionante y con muchas posibilidades. Eso nadie se lo puede discutir a la compañía. Sin embargo, quizá el mundo de los videojuegos no sea el terreno donde deba desarrollarse. Afortunadamente, Kinect no se ha quedado ni en Xbox, ni en los juegos; se ha llevado al PC y se ha utilizado en proyectos realmente inspiradores para el tratamiento de enfermedades. Kinect ha demostrado que puede ser un gran aliado para la salud.

   Pero aquí estamos hablando del negocio de los videojuegos, que es donde se espera que Kinect dé dinero y donde hay problemas.

   Cuando Microsoft anunció el año pasado en un primer momento que Kinect sería un accesorio sin el que no se podría usar Xbox One, cundió el enfado. La compañía reculó y dijo poco después que sí, que Xbox One se podría utilizar sin Kinect, pero que se venderían de forma conjunta porque la consola estaba diseñada para funcionar con el sensor.

   Cundió el enfado de nuevo.

   Después de numerosas críticas, la consola por fin llegó a las tiendas a finales de 2013 a un precio de 500 euros, 100 más de lo que costaba su principal rival, PlayStation 4. La serpenteante filosofía del producto, la mala comunicación, Kinect y el precio, se hicieron notar y las cifras de ventas de ambas máquinas comenzaron a distanciarse según fueron pasando los primeros meses.

LOS JUGADORES NO QUIEREN KINECT

   PlayStation 4 lleva meses cogiendo ventaja y en abril, cuando Microsoft y Sony anunciaron cifras de ventas, se habían vendido 7 millones de unidades de la consola de la compañía japonesa frente a las 5 de Xbox One. Seguramente en los meses posteriores la tendencia no haya cambiado, viendo la actual estrategia de Microsoft con respecto a Kinect.

   El mensaje de los consumidores, tanto cuando se anunció la necesidad de tener Kinect conectado, como cuando se dijo que se vendería junto a Xbox One sin posibilidad de elección y como cuando se lanzó la consola, era inequívoco: "No queremos Kinect". O, al menos: "Queremos poder elegir no tener Kinect".

   Millones de jugadores habían comprado el sensor para Xbox 360 y habían experimentado en sus carnes la ausencia de títulos de calidad, la escasa utilidad para controlar el sistema operativo y, en definitiva, el dinero tirado a la basura. Es decir, hay un claro precedente para no querer pagar por Kinect en Xbox One. Además, los títulos para la nueva consola que aprovechan Kinect brillan por su ausencia y el único que se ha desarrollado para aprovechar su tecnología mejorada, Kinect Sports Rivals, lanzado recientemente, parece que no ha funcionado demasiado bien en ventas.

   Ante tal panorama, Microsoft escuchó y hace algunas semanas anunció que se podrá comprar Xbox One sin Kinect por 400 euros a partir del 9 de junio. La decisión, sin duda, es acertada. Hay que saber darle al consumidor lo que quiere y en este caso ya ha quedado bastante claro que hay demanda de Xbox One sin Kinect.

   Por supuesto, la decisión ha chocado con el mensaje inicial de Microsoft de que Xbox One fue creada para funcionar con Kinect y de que sin él poco menos que la consola no tenía sentido. Evidentemente no es así, puesto que el control por voz y por gestos son un complemento al mando y se ha demostrado que no consiguen sustituir la velocidad que se consigue con éste.

   En este sentido, el director de programación de Xbox LIVE, Larry Hryb, más conocido como Major Nelson ha defendido que la compañía "no va a abandonar Kinect o a dejar de darle soporte", puesto que aún hay "un equipo completo de personas trabajando en eso". Sin embargo, ya son cuatro años los que ha tenido Microsoft para convencer a los jugadores de que Xbox es mejor con Kinect y no lo ha conseguido.

   Además, mirando desde el punto de vista de desarrolladoras y productoras, desarrollar un juego que aproveche de verdad Kinect supone que un estudio lo cree en exclusiva y solo para un espectro de jugadores que tengan el sensor -que ahora se irá reduciendo con respecto al número de usuarios de Xbox One- que la compren sin él. Es decir, reduce las ventas y ganancias potenciales del juego.

   Al decidir vender Xbox One sin Kinect, Microsoft se ha visto obligada a reconocer un error, como era incrementar el precio de la consola por algo que ha demostrado ser innecesario. Vender Xbox One por separado ha sido una decisión correcta consecuencia de escuchar a los usuarios, aunque haya sido después de vender menos que la competencia. Ante semejante panorama, sin juegos -quién sabe, igual Microsoft se saca de la manga un enorme catálogo para Kinect en el E3 2014- y sin la obligación de comprar el sensor, no parece probable que vayan a subir las ventas.

   Si las cosas siguen como están y parece probable que así será, puede que algún día -y salvando las distancias entre estos periféricos-, Kinect se reunirá con el Mega CD y el Nintendo 64DD en el cielo de los accesorios para consolas.

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