MADRID, 26 May. (EUROPA PRESS) -
Un total de 83 santos, 287 beatos, 25 venerables y 119 siervos de Dios conforman la historia de la Orden de Predicadores o frailes dominicos que este año celebran el Jubileo por sus 800 años. Con este motivo, el dominico y periodista fray José Antonio Martínez Puche, recién llegado a España desde Costa de Marfil, ha publicado el libro 'El Año Dominicano' (Edibesa), en la que escribe y recopila la biografía de los más de 500 santos, beatos, venerables y siervos de Dios de la Orden. La obra se presenta este jueves a las 20,00 horas en los Dominicos de Atocha.
"Escribir este libro ha supuesto un enriquecimiento enorme. Cuando yo era joven, novicio, incluso ya ordenado, había 18 canonizados y actualmente son 83, de ellos 28 españoles", destaca Martínez Puche en declaraciones a Europa Press, para destacar cómo el martirologio dominicano ha aumentado considerablemente en los últimos cuarenta años. "Al principio eran más bien europeos, ahora solo hay que ver la cantidad de mártires vietnamitas, chinos, japoneses y filipinos", enumera.
Martínez Puche se siente especialmente "emocionado" con la historia de uno de los 83 santos dominicanos que ilustra este libro, la de San Valentín de Berrio-Ochoa, un vasco del siglo XIX, experto 'pelotari' y diestro en la danza vasca, el aurresku. Desde joven le entusiasmaron los relatos de heroísmo de tantos misioneros y mártires en el Tonkin (actual Vietnam) y era apodado como 'el santo' entre sus compañeros.
Precisamente, antes de partir hacia el convento de Ocaña, cuando se despide de sus amigos, Berrio-Ochoa pronunció unas palabras proféticas: "Voy a hacerme santo, para que Vizcaya tenga uno". Y así fue, pues con apenas 34 años fue capturado y asesinado en Tonkin, tras cuatro años predicando el evangelio en aquella tierra.
"Es un hombre enorme. Uno piensa: '¿qué he hecho yo para merecer ser hermano en una Orden con un gigante de esta categoría?'", se pregunta Martínez Puche. Concretamente, más de la mitad de los santos y beatos dominicos, 306 de 514, son mártires, bien del grupo de aquellos que dieron su vida en Vietnam, China y Japón, bien del de quienes sufrieron la persecución religiosa en España en 1936.
Este afán de los dominicos por viajar a tierras lejanas a predicar el Evangelio, según explica Martínez Puche, fue "un sueño no cumplido" por el fundador de la Orden, Santo Domingo de Guzmán, que pedía quedar libre de obligaciones para irse a la tierra de los 'cumanos', un pueblo muy anticatólico, según apunta el dominico.
También el propio Martínez Puche, como otros muchos dominicos siguiendo las huellas de sus antecesores, han viajado lejos para llevar el Evangelio. Concretamente, este dominico se trasladó a Costa de Marfil (África) cuando ya había cumplido los 70 años. "En un momento de reunión, preguntaron quién estaba disponible para ser enviado donde hiciera falta y me levanté, yo creo que no me levanté yo, no lo pensé ni un minuto, fue la gracia de la disponibilidad para la misión", recuerda. Iba a ser la primera vez que residiría fuera de España.
A PUNTO DE MORIR EN COSTA DE MARFIL
En Costa de Marfil ha pasado los últimos tres años en los que tampoco ha faltado el miedo y en los que incluso estuvo a punto de morir. "A los 62 días pensaba que moría", relata. Había salido a pasear al lado del Seminario Redemptoris Mater de Yopougon-Abidjan, donde vivía, cuando fue víctima de un atraco a mano armada. Le llevaron hasta el seminario y una vez allí golpearon a los seminaristas y robaron los ordenadores, los teléfonos móviles y los relojes. A continuación, condujeron al Rector, a Martínez Puche y a un seminarista marfileño a un baño y les apuntaron con el revólver.
"No recuerdo aquella noche como algo terrible, el Señor me dio serenidad", cuenta Martínez Puche al rememorar las palabras de uno de los atracadores mientras sostenía la pistola en la sien del Rector: 'Uno, dos, tres'. El dominico español pensó que aquella cuenta sería la última que escucharía, pero el ladrón salió corriendo, dejando a todos con vida.
Ahora, Martínez Puche ha regresado a España donde espera su próximo destino, ya en territorio nacional, aunque reconoce que echa de menos África. Allí y aquí seguirá trabajando para cumplir con la misión de su Orden, que coincide con el lema del Jubileo por los 800 años: predicar el Evangelio.