ROMA, 27 Jun. (EUROPA PRESS) -
El Papa ha concedido a todos los capellanes y voluntarios del Apostolado del Mar 'Stella Maris', activo en más de 300 puertos de todo el mundo, que las las mismas licencias que ha dado a los misioneros de la misericordia y les ha pedido que luchen contra la codicia humana que genera, entre otros, la trata de personas o el trabajo forzado.
"Los animo a usted y a todos los capellanes y voluntarios de Stella Maris a redoblar sus esfuerzos para abordar cuestiones que con demasiada frecuencia son el resultado de la codicia humana. Pienso en la trata de seres humanos, el trabajo forzado y las violaciones de los derechos humanos y laborales de tantos hombres y mujeres que viven y trabajan en los mares. A través de su servicio usted puede ayudar a restaurar el sentido de dignidad de estas personas", ha dicho durante la audiencia a los capellanes y voluntarios del Stella Maris.
Así, el Pontífice ha recalcado que su servicio a marineros y pescadores es sobre todo escucharlos, escuchar sus preocupaciones materiales y espirituales.
Asimismo, ha recordado que más del 90 por ciento del comercio mundial es transportado por barcos de todo tipo. "Sin los marinos, la economía mundial se detendría; y sin los pescadores muchas partes del mundo sufrirían hambre. Quisiera transmitir mi estima y aliento a la gente de mar y a los pescadores que ustedes encuentran, muchos de los cuales trabajan, durante largos períodos, a miles de kilómetros de su país y de sus familias", ha agregado.
En esta línea, ha recordado que la vida como marino o pescador está marcada no sólo por el aislamiento y la distancia, sino a veces también por "experiencias vergonzosas" de abuso e injusticia; por las trampas de los traficantes de personas; por el chantaje del trabajo forzado. "Otras veces no reciben su salario o son abandonados en puertos lejanos, ha añadido.
Paralelamente, el Papa pide a los capellanes y voluntarios del mar a llevar esperanza a los más vulnerables de la sociedad. "Vuestra presencia en los puertos, pequeños y grandes, debería ser en sí misma un recordatorio de la paternidad de Dios y del hecho de que ante Él todos somos hijos y hermanos; un recordatorio del valor primario de la persona humana ante todo y sobre todo de sus intereses; y un estímulo para que todos, empezando por los más pobres, se comprometan con la justicia y el respeto de los derechos fundamentales", ha reflexionado.