TOLEDO, 15 Nov. (EUROPA PRESS)
El cardenal y arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares Llovera, y el arzobispo general castrense, Francisco Pérez González, recibieron hoy la dignidad de la Gran Cruz de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge en el Palacio Arzobispal de Toledo.
A la solemne ceremonia de colación acudieron el gran canciller de la Orden Constantiniana, prefecto duque de Noto y ex embajador de España en la Santa Sede, Carlos Abella; el duque de Calabria, Carlos de Borbón Dos Sicilias; el duque de Huéscar, Fernando Fitz-James Stuart; el conde de Villarreal; el vicepresidente segundo de la Junta, Emiliano García-Page; el presidente de la Diputación de Toledo, José Manuel Tofiño, el alcalde de Toledo, José Manuel Molina, y miembros de las Grandes Cruces de la Orden y de la Iglesia católica.
El duque de Calabria y miembro de la familia real fue el encargado de entregar la Gran Cruz de la Sacra y Militar, que simboliza un homenaje a la victoria del emperador Constantino sobre Majencio y la asunción del comando del Imperio Romano en el año 312, y por la que recibirán un diploma acreditativo de su ingreso en la Orden Constantiniana.
De Borbón Dos Sicilias reconoció el "alto privilegio" de pertenecer a la Orden Constantiniana, cuyos objetivos son la "glorificación" de la Santa Cruz, la "propaganda" de la fe y la "defensa" de la Iglesia Católica y a la que, agregó, también pertenecen los cardenales Antonio María Rouco Varela y Carlos Amigo.
Destacó el don de la palabra y la claridad de su inteligencia como cualidades del cardenal y arzobispo de Toledo y reconoció la valía del arzobispo general castrense en su "espíritu al servicio de la defensa de la fe y la Iglesia".
El cardenal y arzobispo de Toledo tuvo unas palabras de agradecimiento a la Sagrada Orden Militar Constantiniana y consideró que la distinción le "abruma" porque "uno no se acostumbra a honores, quizás por nuestra formación o virtud".
No obstante, abundó en que la recepción del don "es una responsabilidad" que supone un "gesto de confianza en nuestras personas" que "hemos de corresponder", hablando en su nombre y en el del arzobispo general castrense, del cual dijo que se conocen desde su etapa en el Seminario en la década de 1980.
Cañizares recalcó su defensa de la Cruz y de la proclamación de la Iglesia como un "servicio, entrega, abnegación, sacrificio y reconocimiento de Dios" y de la "victoria de la misericordia y el perdón y una base para la reconciliación".