MADRID, 12 Mar. (CHANCE) -
Desde CHANCE te traemos un nuevo artículo de Nano López, el coach para organizaciones y adolescentes, que esta semana nos da un consejo: nos des consejos si no te los han pedido previamente y, de hacerlo siempre con tacto y diferenciándolo de las opiniones.
Desde siempre hemos considerado que dar un consejo es algo positivo y gratificante. No obstante, ¿qué ocurre cuando nos dan un consejo que no hemos pedido?
Muchas veces, cuando tenemos un problema, aparece el 'salvador' que te dice "tenías que haber hecho esto o aquello". Realmente y de una manera más simple, nuestra cabeza piensa que lo único que habríamos necesitado es saber qué podemos cambiar para hacerlo diferente, ya que 'yo no soy como tú'.
Esto muchas veces puede hacernos daño y, sin darnos cuenta, vamos dando consejos gratuitamente sin pararnos a pensar en ello. Incluso podemos sentirnos ofendidos y heridos por ello. Por lo tanto, vamos a analizar las cosas en las que debemos fijarnos antes de hacerlo.
Antes de nada, tenemos que pensar si lo que vamos a decir es constructivo o simplemente es nuestra opinión. No olvidemos que las opiniones están totalmente enfocadas en uno mismo y, por regla general, dicen más del emisor que del mensaje en sí. Una vez que pensamos qué es lo que queremos decir debemos tener en cuenta la regla de oro: "Pedir permiso".
Siempre debemos pensar que no debemos invadir el espacio del otro, respetar que la otra persona no es menos que nosotros sino que posiblemente hay algo que nosotras sabemos o vemos y él no.
Por otro lado, hay que buscar el momento más adecuado para dar el consejo. Evidentemente, cuando una persona está desanimada es el momento en el que menos receptivo está. Con lo cual, siempre hay que buscar el momento ideal.
Otra regla importante sería el no dar el consejo en presencia de otros, a no ser que la otra persona lo pida. Debemos de tener en cuenta que una persona puede sentirse herida si no se respeta su intimidad.
Es fundamental ser específico, no dar vueltas para 'excusar' lo que queremos decir, aunque esto no significa que no debamos hacerlo con delicadeza. Siempre hay personas que, ocultándose detrás de la sinceridad, dicen cosas que pueden herir y hacer daño. Ésta es una línea muy delgada. Muchas veces nos encontramos personas que dicen cosas como "no tengo la culpa de ser tan sincero" o "lo digo por tu bien, ¿o prefieres que te mienta?".
Todo esto no significa que haya que mentir, pero sí que hay que tener tacto a la hora de expresar nuestra opinión. Ser sincero no significa decir todo lo que uno piensa, sino no decir lo contrario de lo que se piensa.
Tenemos que recordar que nunca tenemos que dar nuestra opinión como una verdad absoluta. Constantemente nos encontramos comentarios como "es así de toda la vida" o "no hay otra forma". Debemos evitar generalizar, ya que nunca podemos estar seguros de ello.
Tenemos que hablar siempre en primera persona y no decir "todo el mundo" "siempre" o "nunca". Hay que ser específicos y dar datos objetivos.
También es conveniente no sacar cosas del pasado, ya que desde el rencor posiblemente lo que hagamos sea echar en cara cosas que en el fondo no suman.
Hay que ir al 'Hacer' y no al 'Ser'. Siempre que queramos dar nuestra opinión sobre lo que nosotros pensamos o vemos, debemos dirigir la conversación hacia la forma de hacer de la otra persona; hablar siempre de nosotros como primera persona ("Lo que yo siento con esto que hace...") y cambiar el "No haces" por el "No estás haciendo".
En definitiva, si queremos que nuestro mensaje sea aceptado y que no hiera a los demás, pongamos el foco en ello. Y no olvidemos una cita de Teresa de Calcuta "No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz."