Pézenas, el arte de vivir en la ciudad de Molière

La ciudad de Moliere.
EP
Actualizado: jueves, 18 noviembre 2010 11:59

Por Javier Carrión

A cincuenta kilómetros al oeste de Montpellier, la capital de Languedoc, en el sur de Francia, se levanta entre el mar y la montaña una pequeña ciudad real que todavía hoy parece anclada mágicamente en los siglos XVII y XVIII. El casco antiguo de Pézenas así lo confirma con el mismo aspecto que tenía en la época de Molière, uno de sus hijos predilectos aunque no naciera en esta villa que hoy sólo pueblan ocho mil habitantes.

En 1261 Pézenas consiguió su vitola de "real". Ya entonces desempeñaba un papel económico importante gracias a sus cinco ferias anuales que atraían a comerciantes de toda la cuenca mediterránea. Desde las italianas Florencia o Turín pasando por las principales ciudades de la Provenza y Montpellier, los vendedores compraban en estos mercados especias, monedas, letras de cambio y sobre todo los pequeños paños que hilaban los campesinos del Pirineo. En el siglo XVI los gobernadores de la provincia fijaron su residencia en esta ciudad que fue primero capital política, después capital artística y cultural con las estancias de Molière y su "troupe" entre 1645 y 1657, y por último un intento fallido de convertirse en el "Versalles de Languedoc".

El olvido posterior de los últimos siglos tendría el efecto positivo de que la ciudad pudo conservar su rico legado arquitectónico y así hoy es toda una delicia pasear por su centro histórico, protegido desde 1947, con sus encantadoras mansiones -no hay que perderse los patios y vestíbulos adornados con escaleras- y sus empedradas calles, repletas de tiendas, talleres artesanales y anticuarios, que desembocan en la Casa Consular, antigua sede del poder municipal. El Hotel Lacoste (siglo XV), con su maravillosa escalera de piedra, es un excelente ejemplo de estos históricos patios que atraen la curiosidad general, pero en la ciudad existen más de treinta palacetes y "hoteles" privados que guardan incluso más sorpresas para los visitantes como, por ejemplo, la de que pueden ser testigos privilegiados en directo de un concierto de violonchelo o de una sesión de escultura en la que algún artista anónimo prepara un busto de algún personaje histórico como el propio Molière, una pequeña "obsesión" que persigue a casi todo el mundo en esta ciudad.

El recorrido por Pézenas puede terminar en alguna de las joyas del rico patrimonio religioso que atesora, como la antigua Capilla de los Penitentes Negros y la Colegiata de St. Jean, o en su Judería, el camino más directo al castillo medieval de la ciudad. Existe constancia de la existencia de los judíos en 1298, cuando pagaban un impuesto de 25 "sols" para disponer de su propia carnecería, pero la comunidad desapareció hacia 1394 con la expulsión definitiva de los judíos de Francia.

Fue, sin embargo, el circunstancial paso de Jean-Baptiste Poquelin (1622-1673), el genial dramaturgo y maestro de la sátira francés, el hecho que ha marcado más la historia de Pézenas. Un monumento, lo más fotografiado de la villa, honra su memoria en la plaza que lleva su nombre. Obra de Jean-Antoine Injalbert en 1897, destaca el busto del escritor con unas imágenes a sus lados que representan un himno al teatro y especialmente a la comedia.

En la actualidad, la tradición teatral de Pézenas persiste pues cada año, de mayo a octubre, se organizan en la ciudad espectáculos, visitas teatralizadas, simposios internacionales, reconstrucciones históricas, tanto de grupos aficionados como de profesionales, a los que hay que añadir desde mayo de 2008 "Scénovision Molière, un lugar único". Se trata de un "show" interactivo, dotado de las últimas tecnologías en imagen y sonido, que permite al visitante trasladarse al mundo del escritor en la Francia del siglo XVII.

Otros preferirán captar el alma viva y cultural de Pézenas descubriendo sus clásicos comercios de aceites y mermeladas y curioseando en los talleres artesanos de escultura, ebanistería, pintura o cristal. Todo sirve porque este ambiente antiguo pero deliciosamente refinado acaba hechizando al curioso que se acerca a este destino localizado a sólo dos horas de la frontera entre España y Francia.