MADRID, 31 Jul. (EUROPA PRESS) -
La erupción del volcán más grande de Costa Rica, Irazú, que tuvo lugar en 1960 fue provocado por el aumento del magma desde el manto a lo largo de unos pocos meses, en lugar de miles de años o más, como piensan muchos científicos, según una nueva investigación publicada en 'Nature'. El estudio es el más reciente en sugerir que en el fondo, el magma caliente puede desencadenar una erupción con bastante rapidez, lo que podría proporcionar una herramienta adicional para la detección de un desastre volcánico.
"Si hubiéramos tenido los instrumentos sísmicos en la zona en el momento, podríamos haber visto estos magmas profundos venir --dijo el autor principal del estudio, Philipp Ruprecht, vulcanólogo del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia, en Nueva York, Estados Unidos--. Podríamos haber realizado una detección temprana meses antes, en lugar de días o semanas".
Elevándose a más de 10.000 pies (3.048 metros) y cubriendo una superficie de casi 200 millas cuadradas (321,8 kilómetros cuadrados), el volcán Irazú entra en erupción aproximadamente cada 20 años más o menos, con diferentes grados de daños. Cuando se despertó en 1963, entró en erupción durante dos años, matando al menos a 20 personas y enterrando cientos de casas bajo barro y ceniza. Su última erupción, en 1994, causó pocos daños.
Irazú se encuentra en el Anillo de Fuego del Pacífico, donde la corteza oceánica se hunde lentamente debajo de los continentes, produciendo algunos de los fuegos artificiales más espectaculares de la tierra. La sabiduría convencional sostiene que el magma del manto que alimenta esas erupciones se eleva y permanece durante largos periodos de tiempo en una cámara de mezcla de varios kilómetros por debajo del volcán.
Pero la ceniza de la explosión prolongada del Irazú es la prueba más reciente en sugerir que algunos magmas pueden viajar directamente desde el manto superior, de más de 20 kilómetros, en pocos meses. "Tiene que ser a través de un conducto desde el manto hasta la cámara de magma --señaló el coautor del estudio, Terry Plank, geoquímico de Lamont-Doherty--. Nos gusta llamarlo la carretera del infierno."
La evidencia de este trabajo viene de los cristales del mineral olivino separados de las cenizas de la erupción del Irazú entre 1963 y 1965, recogidas en una expedición de 2010 al volcán. Como el magma en su viaje desde el manto se enfría, forma cristales que se preservan en las condiciones en que se formaron, de forma que, inesperadamente, los cristales de Irazú revelaron picos de níquel, un oligoelemento que se encuentra en el manto, e informaron a los investigadores sobre que algunas erupciones de magma del Irazú eran tan frescas que el níquel no había tenido la oportunidad de esparcirse.
"El estudio proporciona una pieza más de evidencia de que es posible que el magma vaya desde el manto hasta la superficie en muy poco tiempo", afirmó John Pallister, que dirige el Programa de Asistencia para Desastres Volcánicos en Vancouver, Washington, en el Servicio Geológico de Estados Unidos. (USGS, en sus siglas en inglés). "Esto nos dice que hay un lapso de tiempo más corto por el que potencialmente tenemos que preocuparnos", añade.
El rápido aumento del magma profundo se ha relacionado con otros grandes eventos. En 1991, el Monte Pinatubo, en Filipinas, arrojó tanto gas y cenizas a la atmósfera que enfrió el clima de la Tierra. En las semanas antes de la erupción, los sismógrafos registraron cientos de sismos profundos que gel eólogo del USGS Randall White atribuyó más tarde al magma desde el límite de la corteza terrestre.
En 2010, una cadena de erupciones en el volcán Eyjafjalla, en Islandia, que causó numerosas cancelaciones de vuelos, también indicó que algunos magmas salían de lo más profundo. Pequeños terremotos desencadenados por las erupciones sugieren que el magma en las últimas dos explosiones del Eyjafjalla se originó entre 12 a 15 millas (19,3 y 24,1 kilómetros) por debajo de la superficie, según un estudio de 2012 del investigadores de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) Jon Tarasewicz publicado en 'Geophysical Research Letters'.
Los volcanes emiten muchas señales de advertencia antes de que la erupción, por ejemplo, liberando dióxido de carbono y azufre a la atmósfera y elevando el calor lo suficiente como para que los satélites puedan detectar su cambio de temperatura. Debajo de la tierra, temblores y otros estruendos pueden ser detectados por los sismógrafos. Cuando monte Merapi, en Indonesia, rugió a finales de octubre de 2010, las autoridades decretaron una evacuación masiva que se cree que pudo haber salvado hasta 20.000 vidas.
Sin embargo, la predicción de las erupciones volcánicas no es una ciencia exacta, por lo que, aunque se colocaran más sismógrafos a lo largo de los flancos de los volcanes para detectar sismos profundos, no está claro si los científicos podrían ser capaces de traducir los rumores en una fecha concreta de erupción. Además, muchas señales de advertencia aparentes no conducen a una erupción, poniendo a los expertos en un apuro al tener que decidir sobre la posibilidad de evacuar a los residentes cercanos.
Mineral olivino con picos de níquel similares a los de Irazú se han encontrado en las cenizas de volcanes en México, Siberia y las Cascadas del Noroeste del Pacífico en Estados Unidos, destacó la geoquímica de Lamont Susanne Straub, cuyas ideas inspiraron el estudio. "No es claramente un fenómeno local", afirmó.