Uno de los puntos de fuga más habituales para nuestros ahorros son los gastos energéticos, que son, además, recursos indispensables para el día a día. De hecho, son tan necesarios que no nos planteamos ninguna opción alternativa que no sea pagar la factura, para que no tengamos ninguna carencia energética que nos haga perder el tiempo y, sobre todo, que nos haga salirnos de nuestra rutina, en la que el agua, el gas o la luz se dan simplemente por supuestos.
Esto, sumado a la situación económica y política, que ha hecho de la factura de la luz un campo de batalla ideológico del que sólo sale perdiendo el consumidor, hacen que paguemos una factura que no estamos entendiendo y, seguramente, que no se ajusta a nuestras necesidades.
Los últimos años de crisis económica y la polémica gestión del ex-ministro popular José Manuel Soria no sólo han disparado la factura de la luz, sino que han convertido la factura, como se ha dicho anteriormente, en un jeroglífico difícil de descifrar, que no ayuda para nada a que el consumidor contrate una tarifa que se ajuste a sus necesidades energéticas.
Por tanto, vemos como una cuestión primordial, no sólo entender la factura de la luz para saber qué se está pagando y a qué precio, y cuál es el gasto que tiene nuestro domicilio, sino que también lo es saber qué tarifa de luz contratar para nuestro hogar.
Es por eso que, como en gran parte de los sectores de consumo básico, como la telefonía móvil, han aparecido multitud de compañías alternativas que nos prestan un servicio que va más allá del suministro energético. Tanto es así, que la semejanza con el sector de las compañías telefónicas es notable; bien es cierto que son productos muy distintos y es precisamente éste el que marca la flexibilidad entre uno y otro negocio. Pero la manera de venderlo y, sobre todo, la libertad que conceden al cliente es clave para poder compararlos y, en general, para vender y gestionar cualquier bien hoy en día.
Al igual que en su día nos olvidamos de los grandes monopolios telefónicos y de las tarifas y cláusulas impositivas, ahora encontramos compañías eléctricas que nos ofrecen diferentes opciones para contratar, dependiendo de multitud de factores, como la posibilidad de elegir o no energía verde, prepago, discriminación horaria o, simplemente, pagar por lo que necesitas.
Esta manera de negocio destierra al ostracismo a las largas facturas encriptadas y nos lleva a un negocio claro y conciso, ajustado, como hemos dicho, a la nueva manera de hacer negocio en esta década: lo que necesitas es lo que pagas. Ser eficiente a la hora de contratar ya ha dejado de ser un lujo para convertirse en la primera necesidad del usuario. Todos los euros que se puedan ahorrar en bienes básicos (como la energía) o menos necesarios (comunicaciones: teléfono, Internet, etc.) son pocos y esenciales en estos momentos de convulsión económica. Por eso precisamente no se entiende ya otra forma de hacer negocio que no sea ésta, lo tradicional se ha convertido en críptico y, en muchos casos, sinónimo de engaño.
Es precisamente eso lo que simboliza una factura de la luz ininteligible, y es, precisamente, lo contrario, lo que se entiende de las compañías simples y (más o menos) transparentes: una antigua factura hecha enigma contra una nueva y libre forma de entender tus gastos.
Por Carmen González
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