Spectre
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Actualizado: viernes, 6 noviembre 2015 14:41

MADRID, 6 Nov. (EUROPA PRESS - Israel Arias)

   Muy lejos de ser una mala película, Spectre, la nueva entrega de James Bond, deja una sensación de vacío, de ser solo la sombra de lo que pudo ser. La cuarta película de Daniel Craig como agente 007 es un entrenimiento correcto y de una factura impecable con un arranque portentoso, un desarrollo irregular y una culminación decepcionante.

   Spectre ha sido concebida como capitulo aglutinador de las últimas tres películas de la saga, por tanto antes de entrar en materia es justo y necesario echar la vista atrás para hacer un breve balance de la era Craig y, en ese contexto, valorar lo que Spectre supone como 24ª cinta de Bond y también como presumible colofón de una etapa.

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   Casino Royale, la primera película de Craig en la franquicia, supuso la musculosa y notable irrupción de un nuevo Bond, más potente y contundente y también más áspero y afectado. Al primer 007 rubio sus cicatrices le dolían... y mucho.

SKYFALL, TOCANDO EL CIELO

   Tras el bajón que, curiosamente, supuso la sobreexcitada y deslavazada Quantum of Solace, Skyfall marcó un hito no solo en taquilla, sino en la forma de entender al personaje. El 007 de Craig iba acumulando dolor y Sam Mendes lo materializó presentando en pantalla al Bond más herido y dañado en la mejor película de la saga.

   Este Bond curtido, rudo, oscuro y con matices se iba construyendo (o autodestruyendo) con historias mas o menos acertadas pero todas concebidas con complejidad y ambición y dibujadas desde el apreciable -aunque a los puristas de la saga les lleven los demonios- esfuerzo por humanizar a Bond, por llenar de carne mortal que siente y padece, de materia gris que recuerda sus fracasos y se atormenta con sus miedos, esa marca que se mueve dentro del impecable traje.

   Con todo esto, la primera cinta de Mendes se erigió como un espectacular derroche de fluidez narrativa con una trama intensa y bien trazada capaz de llevarnos de una punta a otra del globo sin aburrir y sin necesidad de atiborrar de tiros y explosiones al respetable. Pirotecnia de lujo con un sólido esqueleto y con un villano (el rubicundo Silva de Bardem) de altura pero que no ocupa más espacio del que le corresponde.

   De aquellos polvos, de los escombros de la supernova de buen cine que fue Skyfall, vienen estos lodos en los que el Bond de Craig y Mendes se ve ahora empantanado y de los que sale airoso, pero ofreciendo menos de lo que prometía. La inevitable comparación de Spectre con su predecesora puede resumirse en una evidencia: la gloriosa canción de Adele se come con patatas a la lánguida tonadilla de Sam Smith.

   Y es que, tras una escena inicial colosal en México DF y la cuidada y muy conseguida puesta en escena del villano, el nuevo Bond se estanca y, a pesar de sus a todas luces excesivos casi 150 minutos de metraje, no da más de sí.

¿OTRA BALA EN LA RECÁMACARA?

   Junto al lamentable ninguneo al que se somete al personaje de Mónica Bellucci -su viuda logra en 5 minutos más química con Craig de la que conseguiría Lea Sedoux en 20 peliculas- puede que el despilfarro más escandaloso el de su villano, un Christoph Waltz con enormes posibilidades, que diría un anuncio inmobiliario.

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   Un personaje que se presenta de forma sombría y soberbia ligado a Spectra, la más emblemática organización criminal a la que se ha enfrentado Bond en su mas de medio siglo de historia. Otro chasco. Según va saliendo a la luz es maltratado y mermando hasta dejar a Oberhauser en poco más que un loco adinerado extravagante y ostentoso y que, además, en los momentos de la verdad se muestra mucho menos inteligente de lo que se le presupone.

   La buena noticia, además de los picos de adrenalina que ofrecen las innegablemente bien facturadas secuencias de acción de Spectre, es que, aunque errático en sus declaraciones sobre el personaje, Craig tiene otra película firmada. A este gran Bond, el único capaz mirar a la cara al de Sean Connery sin bajar la mirada, todavía le queda una bala en la recámara para decir adiós como merece. Lo que ya parece evidente es que no debe ser Mendes quien dispare. Y, como él mismo ha dicho, no lo será.

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