El periodista Ruiz Mantilla salda con la novela 'Yo, Farinelli, el capón' la "deuda" de España con el artista

Europa Press Cultura
Actualizado: lunes, 5 marzo 2007 16:40

MADRID, 5 Mar. (EUROPA PRESS) -

El periodista Jesús Ruiz Mantilla vuelve a explorar el mundo de la música clásica con su nueva novela 'Yo, Farinelli, el capón' (Aguilar), tras el homenaje que rindió en su obra 'Preludio' a la figura de Chopin. En esta ocasión, el autor afirmó "querer pagar la deuda que tenía España" con un artista que consiguió convertirse en el máximo representante de una de las sagas más conocidas en la Europa del siglo XVIII: los 'castrati'.

"Somos muy descuidados con la memoria" señaló el periodista, que recordó el ejemplo de "las numerosas biografías que existen acerca de un personaje, Fernando VII, que es la desgracia de este país, y sin embargo, apenas puedes encontrar trabajos sobre un rey tan discreto, moderno y pacifista como era Fernando VI".

Según Mantilla, todavía hay gente a la que le cuentas que el castrado Farinelli, "un budista del divismo con una inteligencia muy desarrollada", estuvo en España "durante su eclosión como artista, y no se lo creen".

Farinelli, cuyo nombre real era Carlos Broschi, ha sido el eunuco más famoso en la historia de la humanidad. Nacido en Nápoles en 1705, fue castrado como tantos cientos de niños del barroco, y a partir de ese momento inicia un viaje "en busca de su propia identidad" que le lleva a recorrer Europa.

A los 17 años debuta en Roma, y posteriormente triunfa en Venecia, Austria e Inglaterra, donde compitió con la compañía de Haendel, hasta llegar a la España de Felipe V para quedarse allí 20 años de su vida en los que también estuvo al servicio de Fernando VI. Casanova, Mozart, Vivaldi o el propio Haendel son algunos de los personajes que desfilaron a lo largo de esta biografía novelada del 'castrado'.

"ESTRELLAS DEL ROCK"

La influencia de estos artistas, capaces de dar una sucesión de más de diez notas "en un sólo suspiro", llegó hasta tal punto, que hoy podrían ser considerados "auténticas estrellas del rock". Mantilla explicó el parecido con "estos divos en el despotismo", y "las peores armas" de las que los castrati hacían gala "se han trasladado a los artistas de nuestra época, con la salvedad del mundo de la ópera, que se ha desprendido de sus extravagancias y hoy podemos hablar de una gente muy moderna y nada caprichosa".

Sin embargo, el protagonista de su trabajo "carecía de ese divismo, no era caprichoso ni excesivo, y era capaz de comprometerse con un país como lo hizo con nosotros de una manera fructífera", destacó el escritor.

El camino para llegar a ser considerado un artista de prestigio en esta época conllevaba riesgo y en muchos casos, sufrimiento, como lo demuestra la manera en que se llevaba a cabo la operación para convertirse en 'capón': bien por trituración de los testículos, bien por frotación hasta disiparlos o incluso retorcerlos hasta el punto de dejar muerta la vena principal, todo ello acompañado de una anestesia con agua helada.

"ÁNGELES" QUE CANTAN

"Todo era salvaje, un espanto obra del fanatismo para conseguir ángeles que cantaban al señor" destacó Mantilla, quien señaló a "la Iglesia como principal responsable de esta situación". "Los niños iban posteriormente a los coros religiosos, era una salida para las clases más pobres que no dudaban en entrar en las reglas marcadas por esta Institución". 'El capón', que así se conocía al artista en España, "era una excepción, ya que en él no apretaba la necesidad", aunque esta opción le llevase "a una frustración constante de la vida".

Además de esa "reivindicación de la identidad" y el "desconocimiento del personaje", el periodista subrayó su "fascinación por una época absolutamente moderna". "La estética 'castrati', donde un hombre canta como una mujer, permite explicar el pensamiento libre de complejos del barroco".

Mantilla, que ya exploró el mundo de la música anteriormente con su trabajo 'Preludios' acerca de la obra de Chopin, se identificó con otros escritores que también aparecen a lo largo de su último libro, Casanova o el Marqués de Sade. Según el autor, estos escritores ejercían "una literatura memorística que yo también persigo: quería un libro cosmopolita", concluyó.

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