MADRID, 26 Mar. (EUROPA PRESS) -
'Lohengrin' fue una de las últimas producciones que Gerard Mortier ideó para la actual temporada del Teatro Real, considerada "la última gran ópera romántica" de Richard Wagner y en la que el fallecido director del coliseo madrileño, destituido en septiembre y hasta último momento consejero artístico, volvió a imprimir su característica huella.
Ahora, la obra llega a escena y el público madrileño podrá disfrutar de esta nueva producción entre el 3 y el 27 de abril en 13 funciones, bajo la batuta de Hartmut Haenschen y Walter Althammer (quen dirigirá los días 11 y 19 del próximo mes) y dirección escénica a cargo de Lukas Hemleb.
El actual director artístico del Real, Joan Matabosch, ha explicado que esta obra está basada en una leyenda medieval, un tipo de narración que Wagner escogió porque era la forma en la que los griegos expresaban las grandes verdades. "No quería explicaciones anecdóticas, sino verdades universales", indica.
Una de las principales novedades y sorpresas de esta obra es el diseño de la escenografía, del que se ha encargado el escultor alemán Alexander Polzin, por quien Mortier sentía gran admiración, tal y como ha explicado este miércoles durante la presentación el director musical, Haenschen.
Polzin, quien ya trabajó con Mortier en 'La conquista de México' y la página en blanco', ha concebido el escenario como un cubo, tal y como ha contado, un espacio que ha trabajado "como escultor" en el que refleja un "mundo cerrado" en el que se puede "desarrollar una historia", pero que da "plena libertad" a la música para desvelar las "diferentes capas de la interpretación" que se encuentran aquí.
EN BUSCA DEL IDEAL DE WAGNER
El director musical de esta obra ha contado que Wagner (1813-1833) nunca estuvo totalmente satisfecho con las producciones que se realizaron de 'Lohengrin', a pesar de ser la obra más representada en aquel momento. Por ello, uno de sus objetivos ha sido recoger todas las fuentes posibles para alcanzar "el ideal" de Wagner.
Según destaca Haenschen, esta es una "obra clave" y un "punto de inflexión" en Wagner, ya que inició un "estilo operístico" que más tarde continuó el compositor.
En este sentido, una de las novedades de esta ópera obedece al campo musical. Según explica el director musical, Wagner componía "superponiendo sonidos en diferentes capas" y sus indicaciones detalladas han podido mantenerse casi intactas hasta hoy gracias a que el compositor dejó en manos de algunos amigos todas sus exigencias antes de tener que huir a París, tras el anuncio de arresto de los revolucionarios por parte de tropa sajonas y prusianas.
Su trabajo conjunto con Mortier se desarrolló casi hasta el último momento, ya que de hecho Haenschen intercambió mails con el fallecido director tan solo "tres semanas" antes de su fallecimiento, en los que siempre insistió no solo en la música, sino todos los conceptos que rodean a la ópera, con el fin de conseguir una "obra de arte total".
Por su parte, el director artístico, Lukas Hemleb, ha destacado que el objetivo desde el principio ha sido dotar de "gran humanidad" a 'Lohengrin', una idea con la que se pretende "luchar" contra el concepto de frialdad que puede rodear al concepto clásico. Según destaca, en esta producción se advierte "toda la espontaneidad humana que se puede tocar con la sensibilidad actual".