Mad Max: Furia en la carretera
Foto: WARNER
Actualizado: lunes, 18 mayo 2015 13:01

MADRID, 15 May. (EUROPA PRESS - Israel Arias)

   En Mad Max: Furia en la carretera asistimos -a la espera de comprobar qué hace J.J. Abrams con Star Wars- a la resurrección más gloriosa de una saga cinematográfica que jamás se ha perpetrado. Un alarde de ritmo, creatividad y bendita locura que treinta años después firma el propio George Miller para alumbrar una de las mejores películas de acción de las últimas décadas.

   Tom Hardy es quien toma el testigo de Mel Gibson para meterse en la piel del nuevo Max Rockatansky, que sin comerlo -y sobre todo sin beberlo- se verá envuelto en el plan de la Emperatriz Furiosa (Charlize Theron, verdadero motor de la trama) para escapar de las garras de Immortan Joe (el oculto tras una grotesca y genial máscara Hugh Keays-Byrne), un tirano que esclaviza a la masa racionando su agua, comercia con leche materna y que es un Dios para sus fieles y blanquecinos soldados, a los que somete desde pequeños.

YA TE LO CUENTO POR EL CAMINO

   Este es, más o menos, el punto de partida de una historia que Miller, que firma el guión junto con Nico Lathouris y Brendan McCarthy, nos va contando por el camino sin apenas diálogos. Y es que Mad Max hace honor a su coletilla de Furia en la carretera a pies juntillas, siempre que obviemos el hecho de que en esta ocasión todo es tan salvaje y caótico que, por no haber, no hay ni calzadas.

   Sus 120 minutos son, desde el arranque, una brutal y constante huída (o persecución) que se desarrolla sin dar apenas tregua al ojiplático, sofocado y, en este caso, también extasiado espectador. Una desatada hipérbole incendiaria y de alto voltaje, visualmente apabullante y técnicamente impecable.

    Las dos horas de ruido, furia y salvaje locura que es Mad Max bien merecen 30 años de espera. Un festín del que muy probablemente nos acordaremos cuando pasen otros 30 años.

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