RSC.- Denuncian la "penosa" situación de las trabajadoras en las plantaciones de aceite de palma y caucho de Malasia

Actualizado: miércoles, 3 mayo 2006 13:33

En materia de salud y seguridad laboral preocupan las largas jornadas, la escasa formación y el uso de herbicidas peligrosos


MADRID, 3 May. (EUROPA PRESS) -

La organización internacional Consumers Asociation of Pegnang (CAP) ha denunciado la "penosa" situación laboral de las mujeres empleadas en las plantaciones minifundistas de aceite de palma y caucho en Malasia, donde "siguen rezagadas" en materia de derechos y protección y "no pueden librarse del círculo vicioso que supone para ellas la pobreza en la que se encuentran".

En un artículo firmado recientemente por esta asociación de consumidores titulado 'Pobreza y veneno para las trabajadoras en las plantaciones de Malasia', se alerta, precisamente, de que las trabajadoras de estas zonas "fueron dejadas de lado por los planes del Gobierno para erradicar la pobreza y mejorar la situación de la mujer" y los avances realizados hasta la fecha en el sentido de acabar con esta situación "han sido desiguales".

Según recuerdan, la industria de las plantaciones "es una parte fundamental del desarrollo del país", ya que Malasia es líder mundial en la producción de aceite de palma y de caucho natural, y su cultivo es una importante actividad agrícola del país. Aparte de los minifundistas (cuyo sustento depende de estas materias primas), también existen trabajadores asalariados empleados por las empresas de las plantaciones.

Se calcula que en 2005 trabajaban más de 1,2 millones de personas en el sector de la agricultura y la pesca, que incluye a los trabajadores agrícolas, de las plantaciones y forestales. Según los datos de esta asociación, "grandes segmentos de la población dedicada a los sectores de la agricultura y las plantaciones son pobres".

CAP lleva varios años trabajado con empleados de las plantaciones en temas relacionados con la salud y la seguridad en el trabajo, la lucha por mejores salarios, necesidades básicas como la vivienda, el saneamiento y el agua potable, y otros problemas sociales como la violencia doméstica o el abuso del alcohol. En el ámbito de la salud y la seguridad laboral, la principal preocupación de estas organizaciones es el uso de herbicidas "muy peligrosos" como el paraquat, de muy reciente prohibición en Malasia.

HERBICIDAS PELIGROSOS

En la actualidad las mujeres suponen casi la mitad de la mano de obra de las plantaciones donde se fumiga con diversos herbicidas como parte integral del trabajo en éstas. El motivo por el que las empresas de las plantaciones emplean mujeres para fumigar se debe a que "hay mucha mano de obra femenina disponible porque no pueden encontrar otros empleos". También se las considera trabajadoras "tímidas, dóciles y obedientes", ya que "no cuestionan a sus superiores y son fáciles de manipular".

La mayoría de las mujeres de las plantaciones nacieron y se criaron en ellas, al igual que sus padres y abuelos. El entorno de la plantación es, además, "poco propicio para alcanzar una buena educación o adquirir la formación fundamental que requieren sectores más especializados de la economía". Los hechos demuestran que las mujeres de las familias pobres y rurales adquieren un grado menor de enseñanza, y este hecho, sumado a la pobreza imperante, coloca a las mujeres de las plantaciones en una posición "muy vulnerable", alerta CAP.

La falta de enseñanza y la exclusión social "disminuyen las oportunidades de las mujeres y limitan sus posibilidades para acceder a empleos en los sectores industriales y de servicios". Asimismo, y debido a que la mayoría de las empresas proporcionan viviendas a sus trabajadores, este se convierte en otro incentivo para que las mujeres sigan residiendo en las plantaciones.

En 2004 CAP realizó un estudio analizando un total de once plantaciones de aceite de palma en los estados septentrionales del país, centrándose en las mujeres fumigadoras de herbicidas, sus condiciones de trabajo y el impacto para su salud.

"El trabajo en una plantación de aceite de palma es agotador y peligroso", insiste CAP. Las fumigadoras deben cargar con un bidón de 18 litros de herbicida y realizar de 14 a 16 rondas de fumigación por día. En algunas plantaciones también se fumiga en tractores, y los bidones de herbicida se colocan a ambos lados del tractor. Dos mujeres llevan las bombas y fumigan a medida que se desplaza el tractor.

En ambos casos, las fumigadoras quedan inmersas en la fina niebla de los herbicidas y "rara vez se aplican las medidas de seguridad recomendadas". El uso de máscaras, guantes y botas protectoras es poco práctico debido al tórrido y húmedo clima tropical. Según CAP, "la falta de conciencia generalizada sobre los peligros de los herbicidas, la inhalación y la absorción por la piel son las principales causas de casos de envenenamiento laboral entre las mujeres fumigadoras".

El estudio comprobó que era la dirección de las plantaciones la que decidía qué pesticidas o herbicidas se utilizan, así como la frecuencia de su aplicación, mientras la mayoría de las trabajadoras "ni siquiera sabía qué productos utilizaba", y otras sólo los identificaban por su color u olor. La práctica totalidad de las mujeres "ni siquiera sabía el grado de toxicidad de los químicos y los peligros a los que estaban expuestas".

También se corroboró que la única protección que utilizan estas empleadas eran botas de seguridad y ocasionalmente un pañuelo o toalla para cubrirse la boca y la nariz. Actualmente, las mujeres siguen quejándose de que la gerencia se muestra "poco dispuesta" a facilitarles o ni siquiera reemplazarles los equipos dañados y son ellas las que debe adquirir sus propias botas de seguridad. Otras ni siquiera eso, ya que no tienen los medios para hacerlo.

Las empleadas trabajan seis días por semana de manera rotativa, y reciben sueldos "ínfimos a cambio de su labor", que no supera los cinco dólares diarios, menos de cien dólares mensuales. Para ganarse el sueldo de la semana con frecuencia tienen que trabajar largas horas bajo el sol abrasador. En algunas plantaciones incluso se les descuentan de los salarios las cuentas de electricidad y agua de las viviendas que ocupan.

Asimismo, el temor a perder el empleo las hace soportar condiciones "infrahumanas", señala CAP, como comentarios ofensivos y presiones indebidas, y en ocasiones son sometidas a acoso sexual.

El estudio concluyó en definitiva que, con frecuencia, las fumigadoras no gozan de buena salud. Padecen males agudos y crónicos derivados de su trabajo, y aunque la mayoría de las plantaciones cuentan con instalaciones médicas en la mayoría de los casos son insuficientes e ineficaces.

La mala salud afecta directamente a la productividad, por lo cual muchas enfermedades no se declaran. Las empleadas que trabajan sin contrato, incluso manejan pesticidas más peligrosos y ni siquiera pueden utilizar este precario servicio médico