Actualizado 01/09/2008 15:58

Fundación Cudeca necesita socios para continuar prestando cuidados paliativos gratuitos a enfermos de cáncer

MADRID, 1 Sep. (EUROPA PRESS) -

El Centro de Cuidados paliativos Cudeca, situado en la localidad malagueña de Benalmádena, en plena Costa del Sol, ofrece desde hace quince años ayuda gratuita y apoyo a los enfermos de cáncer a través de sus equipos de voluntarios y médicos, para conseguir que el paciente tenga "paz" y "atención médica" en el ocaso de su dolencia. Sin embargo, los gastos se multiplican y necesitan nuevos socios para dar continuidad a su labor.

Un Centro de Día, varios equipos de voluntarios y personal médico cualificado, que hace incluso visitas a domicilio, así como una Unidad de Ingresos que simula ser la habitación de un hotel, con quince camas para quienes no pueden ser atendidos por sus familias, son las armas que utiliza esta Fundación que ha atendido a más de 5.000 enfermos en sus quince años de historia, con una media de 600 pacientes por año.

"Hasta ahora nunca nos habíamos preocupado de la financiación y nunca hemos pedido dinero a los familiares de nuestros enfermos, pero ahora nos gustaría que colaboraran para poder seguir realizando nuestra labor con otros enfermos", explica Rafael Olaya, director Financiero de Cudeca.

En la actualidad, Cudeca necesita aumentar su número de socios para seguir ayudando a los enfermos y poder mantener abierta la Unidad de Ingresos, que absorbe el 50 por ciento de su presupuesto para gastos, calculado en torno a los 2,1 millones de euros. Desde que la Infanta Cristina inaugurase sus puertas en el año 2005, la Unidad ha generado un déficit en la Fundación de 600.000 euros, que puede provocar el cierre de la zona hospitalaria en los próximos meses, dado que mantener las puertas abiertas cuesta 2.000 euros cada semana.

La mayor parte de los ingresos de esta fundación proceden de las aportaciones privadas (92%) y de sus socios, el 17 por ciento. El resto se consigue mediante colectas y la organización de eventos, especialmente una docena de rastrillos, donde se venden objetos donados por empresas y voluntarios en más de una decena de municipios de Málaga.

"Llevamos dos años de pérdidas importantes a causa de la Unidad de Ingresos, por eso si no conseguimos nuevos socios, tendremos que cerrar esa parte", advierte. Un ocho por ciento de su presupuesto procede de las subvenciones públicas, procedentes en su mayor parte de la Junta de Andalucía les ayuda con 10.000 euros y corporaciones locales como las de Benalmádena, Vélez-Málaga, Marbella o Torremolinos.

No obstante, uno de sus objetivos es poder acceder a las ayudas estatales, aunque desde la fundación reconocen la dificultad de conseguir este tipo de subvenciones. "Piden muchos requisitos que no cumplimos, como hacer una labor a nivel nacional. Esas ayudas benefician más a las grandes ONG", apunta Rafael Olaya.

A la situación de urgencia, se la crisis económica, que ya ha empezado a dejar notar sus efectos en la Costa del Sol con el cierre de varias inmobiliarias y la suspensión de pagos de empresas afines al sector. "Claro que nos da miedo la crisis porque la empresas probablemente empiecen a recortar por aquí", reconoce el responsable de Cudeca, preocupado por una previsible merma de las donaciones.

CUIDADOS EN TODOS LOS FRENTES

Junto a la Unidad de Ingresos, otra de las bazas primordiales de esta Fundación son las salidas diarias a domicilios de pacientes que realizan tres equipos médicos y que proporcionan asistencia a unos 400 enfermos de cáncer cada año.

Por su parte, la Unidad o Centro de Día y la Unidad de Rehabilitación garantizan al paciente la máxima autonomía mientras persiguen "minimizar el deterioro que produce la enfermedad" para que los enfermos puedan "vivir un estilo de vida lo más normal posible", en palabras de la manager de Comunicación y Captación de Fondos de Cudeca, Rocío Torres. Para esta labor, Cudeca cuenta con el apoyo de 600 voluntarios que ceden su tiempo para llevar y recoger enfermos, organizar los rastrillos, llevar la prensa al centro, amenizar sus horas de 'no dolor' y preparar eventos como su conocida fiesta de 'Bienvenida al verano'.

Todo para prestar una alternativa a la "desolación" y la "frialdad" que, según constató en primera persona el 'alma mater' de la fundación, Joan Hunt, se da en los centros públicos cuando se trata de atender a pacientes de cáncer que no están en fase curativa. Tras la muerte de su marido, la fundadora decidió poner a disposición de los demás enfermos un lugar en el que pacientes y familias pudieran hacer frente a la enfermedad y disponer de los últimos avances científicos y médicos para paliar sus dolencias, en un marco personal y de cariño. "Una forma especial de cuidar el cáncer en estado avanzado y sin cura", explican en la fundación.

APOYO, CARIÑO, CONFORT

Joan Hunt, galardonada en 1997 con el Premio Mujer Europea por su labor humanitaria, dice no saber de dónde saca la "fuerza" y la "vitalidad" para este proyecto, pero asegura que todo el personal del Centro forma una "gran familia", de la que forma parte desde el comienzo la que fuera responsable de la Unidad de Cuidados Paliativos en un hospital de Cruz Roja, Marisa Martín.

Ambas ha sido pioneras de acoplar a España el concepto británico de 'hospice', que incorpora un tratamiento integral y multidisciplinar para el paciente. Por ello, la instalación es un chalé de medianas dimensiones, situado frente al mar lejos del bullicio del paseo marítimo. Cuenta con habitaciones equipadas con las comodidades propias de un hotel, como la terraza con vistas al Mediterráneo, y ha cuidado detalles como evitar los espejos en los baños o la accesibilidad para las sillas de ruedas.

Además, en el centro disponen de peluquería, cuidados estéticos y psicólogos, un pequeño gimnasio, cabina para masajes y diferentes actividades sociales, "sin grandes lujos", pero bajo la consideración de que los pacientes son "invitados" y tienen que pasar una estancia agradable el que se ha convertido en su hogar.

De hecho, el proceso de admisión de pacientes no establece requisitos económicos o sociales: son bienvenidos quienes quieren hacer frente a la fase terminal de un cáncer para conseguir que "enfermedad no amargue el resto de sus vidas", tal y como explica Hortensia Moreno, que recibe dos veces por semana los cuidados del Centro de Día de la fundación.

Ella, como quienes pasaron antes por el centro, dejará su huella en las instalaciones, a través de los objetos que fabrican los pacientes en distintos talleres, mediante el libro de visitas, concurrido por enfermos y familiares; o en uno de los muchos azulejos que decoran el perímetro de la Fundación y en los que se pueden leer pequeños mensajes en recuerdo de los antiguos inquilinos.

Uno de ellos, Javier Imizcoz, explica en el vídeo promocional de la fundación que tras llegar a Cudeca con atrofia y debilidad muscular, consiguió convertirse en una "persona autónoma". "Aquí asimilas la muerte de otra forma y estás preparado e incluso eres feliz", afirma. En la fundación desvelan el secreto: "La mejor terapia a veces es una sonrisa, una caricia, o la ternura. No añaden días a la vida pero dan vida a los días".