Frutas y verduras. - LA JUNTA DE ANDALUCÍA
SEVILLA 13 Dic. (EUROPA PRESS) -
Un equipo de investigación de la Universidad de Almería (UAL) ha aplicado una técnica química de detección de pesticidas en frutas y verduras para mejorar su seguridad alimentaria. Este método permite analizar más sustancias con mayor precisión, mientras reduce hasta cinco veces el consumo de disolventes. El avance representa una opción más sostenible y eficiente, que podría complementar o sustituir a las técnicas tradicionales en los controles rutinarios realizados por laboratorios y empresas del sector agroalimentario.
Según ha indicado la Consejería de Universidad, Investigación e Innovación en una nota, la técnica ha detectado en el laboratorio hasta 257 pesticidas distintos en frutas como tomates y naranjas, superando en sensibilidad a los métodos tradicionales, que habitualmente permiten identificar entre 100 y 200 compuestos en este tipo de muestras, cuando se realizan controles alimentarios.
Tal y como explica el grupo científico en el artículo 'Advancements in multiresidue pesticide analysis in fruits and vegetables using micro-flow liquid chromatography coupled to tandem mass spectrometry' publicado en Analytica Chimica Acta, la seguridad alimentaria y el control de residuos químicos en frutas y verduras forman parte de los procedimientos establecidos para proteger la salud pública. Para ello, los laboratorios de control utilizan técnicas de análisis que permiten detectar pesticidas incluso en cantidades mínimas.
Añaden que esta nueva estrategia reduce al mínimo la cantidad de muestra --es decir, el material líquido o sólido a analizar--, disolventes y reactivos necesarios para ejecutar los análisis de pesticidas en frutas y verduras. "Además, mantiene e incluso mejora la sensibilidad y precisión del método tradicional", explica a la Fundación Descubre, organismo dependiente de la Consejería de Universidad, Investigación e Innovación, el investigador de la UAL Amadeo Rodríguez Fernández-Alba.
MENOR IMPACTO AMBIENTAL
Este método no solo permite detectar más tipos de pesticidas en frutas y verduras, sino que también contribuye a reducir el impacto ambiental del proceso analítico. Además, al ser "más rápida y económica", facilita su implantación en laboratorios de control de calidad alimentaria, reforzando así la seguridad del consumidor.
Los investigadores han utilizado una técnica avanzada llamada cromatografía líquida de microflujo acoplada a espectrometría de masas (micro-flow LC-MS/MS), cuya función permite separar y detectar muchos pesticidas a la vez, incluso si están presentes en cantidades mínimas. Este sistema funciona con volúmenes muy pequeños de muestra y disolventes, lo que no solo reduce residuos y costes, sino que además mejora la sensibilidad del análisis. Es decir, puede detectar pesticidas en concentraciones tan bajas como una milésima de miligramo por kilogramo de alimento --equivalente a una gota de agua en una piscina olímpica--, algo que no consiguen los métodos tradicionales, según los expertos.
En las pruebas realizadas con frutas como tomates y naranjas, esta tecnología no solo detectó más pesticidas (hasta 257), sino que también demostró ser "preciso y fiable", sin que el tipo de alimento afectara a los resultados. Esto se debe a que el método presenta una baja influencia de la matriz alimentaria, es decir, las características propias de cada fruta --como su textura, acidez o contenido en azúcares-- que no interfieren significativamente en el análisis. Esta cualidad permite obtener resultados fiables.
HACIA UN ANÁLISIS ALIMENTARIO MÁS SOSTENIBLE
Además, al consumir cinco veces menos disolvente que las técnicas habituales, este enfoque se ajusta a los principios de la química verde, más respetuosa con el medio ambiente. "Lo hemos validado con 39 muestras reales y cumple con los rigurosos estándares europeos, que garantizan la calidad y fiabilidad del proceso", añade Rodríguez Fernández-Alba.
El siguiente paso para los investigadores será la implementación gradual de esta técnica en los laboratorios de la UAL, un proceso que requiere adaptaciones normativas y acreditaciones que pueden suponer un esfuerzo. Sin embargo, destacan las ventajas, como el ahorro significativo en el uso de disolventes, la reducción de desechos orgánicos y la disminución del consumo energético.
"Esperamos que su adopción contribuya a hacer los análisis de residuos en alimentos no solo más precisos, sino también más sostenibles y económicos", apunta el investigador. Este trabajo ha sido financiado por la Comisión Europea.