Así son las patrullas ciudadanas contra Boko Haram: la última línea de defensa

Patrulla ciudadana contra Boko Haram
JOE PENNEY / REUTERS
  
Europa Press Internacional
Actualizado: sábado, 2 abril 2016 8:38

KERAWA (CAMERÚN), 2 Abr. (Reuters/EP) -

   La ofensiva internacional panafricana contra el grupo terrorista nigeriano Boko Haram ha llevado a la organización a defenderse incrementando el número de atentados terroristas -- en especial los perpetrados por mujeres -- en Camerún, lo que a su vez ha obligado a los residentes del país a improvisar una precaria fuerza de defensa civil con una única misión: detener como sea a estas suicidas antes de que se lleven por delante a decenas de personas.

   "No tengo miedo. Ellos son humanos, nosotros también. Hay que morir para vivir", declara Adama Simila, una de las integrantes de estas patrullas ciudadanas en la región de Kerawa. Simila, de 31 años, lleva un cuchillo en el cinturón como único arma contra las terroristas de Boko Haram.

   Kerawa es escenario habitual de atentados de la secta islamista. El pasado mes de septiembre, dos niñas acabaron con las vidas de 19 personas y causaron heridas a otras 143 al detonar sus chalecos explosivos en un abarrotado mercado de la ciudad. En enero se registró otro atentado prácticamente idéntico, con un saldo de cuatro muertos y 12 heridos.

   Desde agosto de 2014, la secta islamista ha perpetrado 336 ataques en Camerún, según fuentes militares, que han perdido a 57 militares en su defensa del norte del país. La cifra más reveladora de los atentados, no obstante, reside en el género de las atacante: un 80 por ciento de los últimos 34 atentados fueron perpetrados por mujeres de entre 14 y 24 años.

   Existe no obstante un esfuerzo para impedir la demonización completa de las atacantes, que por norma suelen ser jóvenes traumatizadas por constantes abusos sexuales y por lo tanto más vulnerables a las órdenes de quitarse la vida.

Patrulla ciudadana contra Boko Haram

LA ÚLTIMA LÍNEA DE DEFENSA

   Estas fuerzas populares se han convertido en la última opción para el contingente internacional -- que comprende a 8.700 militares de Benín, Camerún, Chad, Níger y Nigeria -- encargado de finiquitar la presencia de Boko Haram en Camerún.

   El caso es que los militares están sufriendo para detener la nueva estrategia de atentados de la organización. El Ejército camerunés reconoce las dificultades para despejar de bombas las poblaciones montañosas del norte del país y para desplegar de manera eficaz a sus efectivos por los poblados de la zona.

   "La frontera está bajo control pero todavía es muy porosa", lamenta el teniente coronel Emile Nlaté Ebalé, jefe de operaciones de la Brigada de Intervención Rápida (BIR), compuesta por casi 10.000 soldados cameruneses a través de los 400 kilómetros de frontera que separan el país de Nigeria.

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"TODO EL MUNDO SUFRE"

   El Ejército camerunés se enfrenta a una guerra asimétrica que ha transformado a la población en jueces, jurados y ejecutores: hombres y niños pasean por los pueblos con machetes, fusiles de fabricación casera, mosquetes e incluso arcos y flechas.

   Estos milicianos acompañan a los militares en sus patrullas, efectúan misiones de espionaje e interrogan a los transeúntes. Su influencia llega hasta el punto de que pueden denunciar ante el Ejército a cualquier persona que consideren sospechosa.

   "No es que dependamos de sus informaciones a un 100 por 100, pero todo lo que nos comunican es crucial", explicó el teniente coronel camerunés Felix Tetcha. La pasada semana, sin ir más lejos, estos grupos populares consiguieron interceptar a dos mujeres con chalecos explosivos, que pusieron a disposición militar.

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   Sin embargo, la constante sensación de paranoia ha afectado duramente a los más de 57.000 refugiados nigerianos del campo de Minawao, que gestiona Naciones Unidas. Varios de sus residentes han sido detenidos por el Ejército camerunés bajo la sospecha de tratarse de infiltrados de Boko Haram o, como señala la acusación oficial, "de participar en actividades no acordes con el comportamiento de un refugiado normal".

   La sospecha está por todas partes. "No solo nos preocupa que venga Boko Haram. También nos preocupa la comida", lamenta James Zapania, de 24 años, uno de los residentes. Zapania, como otros tantos otros, es recibido por frialdad por los camerunenses, que le ven como un posible colaborador.

   Tienen motivos de peso para hacerlo. "En los campos de refugiados hay gente extramadamente vulnerable y hambrienta. Y, cuando tienen hambre, son fáciles de captar", advierte el portavoz militar camerunés, el coronel Didier Badjeck, quien reconoce, como Zapania, los graves problemas a los que se exponen los refugiados. "Aquí", asegura el joven Zapania, "todo el mundo sufre".

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