MELBOURNE, 9 Dic. (EP/AP) -
El humo producido por el último gran incendio en Australia ha provocado retrasos en el Aeropuerto de Melbourne, el más importante del Estado de Victoria. Mientras, los bomberos continúan luchando contra las llamas del que podría convertirse en el peor fuego de los últimos 60 años en la región.
Más de 20 localidades fueron advertidas de la posibilidad de que las llamas amenacen sus edificios. Aún no se han producido heridos ni han datos de daños materiales de consideración.
La compañía aérea más importante de Australia, Qantas Airways, informó de retrasos de hasta una hora en los vuelos con destino a Melbourne mientras el denso humo se extendía por la parte oriental del Estado de Victoria, lo que provocó un descenso de la visibilidad que activó las alarmas de la zona de equipajes y la torre de control del aeropuerto.
Un vuelo procedente de Los Ángeles tuvo que ser desviado a Sídney, 1.000 kilómetros al norte de su destino original, mientras que un vuelo doméstico procedente precisamente de Sídney tuvo que aterrizar en la capital del país, Canberra, para repostar combustible ante la imposibilidad de aterrizar en Melbourne, informó Qantas.
Ya han ardido más de 170.000 hectáreas de bosques y tierras de cultivos en la zona montañosa afectada por los 18 frentes aún activos y que amenazan con converger en un solo gran frente que cubra más de 600.000 hectáreas.
"Existe una posibilidad importante de que todos los frentes converjan en un solo incendio mucho mayor", reconoció la portavoz del departamento estatal de medio ambiente, Rachaele May, en declaraciones a la radio de la Australian Broadcasting Corporation (ABC).
"Debido a la magnitud de los fuegos y a la sequía severa que hemos padecido durante el fin de semana este incendio podría convertirse en el más peligroso desde el 'Viernes Negro' de 1939, cuando las llamas se cobraron las vidas de 71 personas", explicó May.
Unos 3.000 bomberos entre los que hay un equipo de alpinistas neozelandeses, 30 aeronaves, 350 camiones cisterna y 88 excavadoras trabajan en las labores de extinción a pesar de las temperaturas cada vez más altas, de hasta 40 grados centígrados, que tienen que soportar.