China.- Una China cada vez más moderna se sumerge de nuevo hoy en su tradición para festejar el Año Nuevo Lunar

Actualizado: sábado, 17 febrero 2007 13:18

Una gran cena, muchos petardos y el color rojo y dorado marcan las celebraciones

BEIJING, 17 Feb. (de la corresponsal de EUROPA PRESS, Débora Altit) -

China es la cuarta potencia mundial y ya nadie duda que será la gran protagonista del siglo XXI, pero, a la hora de celebrar la llegada del Año Nuevo Lunar, la festividad más importante para los chinos, el país asiático prefiere dejar a un lado la modernidad e imbuirse de lleno en la tradición. En esta ocasión, China celebrar esta medianoche --a las 17:00 hora española-- la llegada de un nuevo año, el 4075, que cae en el signo zodiacal del cerdo, el último del horóscopo chino.

El Año Nuevo Chino es una festividad celebrada en muchos otros países orientales, no sólo China, y los habitantes de este país la conocen, de hecho, por el nombre de "Festival de la Primavera" (las estaciones chinas no coinciden con las occidentales, y la primavera oficialmente comenzó hace ya más de dos semanas).

Equiparable a las Navidades occidentales, el Año Nuevo Lunar es un motivo de reunión familiar, y durante este periodo de fiestas, que se prolonga durante dos o tres semanas (aunque las vacaciones oficiales son sólo de una semana en China) se registra cada año el mayor pico de desplazamientos humanos del mundo: según los datos oficiales, el año pasado se produjeron 2.000 millones de desplazamientos, es decir, unos 700 millones de viajes más que la población total con la que cuenta el país asiático.

La mayoría de los viajeros son campesinos que trabajan en la ciudad en empleos no cualificados y que sólo tienen esta oportunidad para regresar a sus casas, aunque también hay una proporción importante --alrededor de un tercio-- que se corresponde con universitarios que estudian fuera de sus ciudades. El porcentaje se completa con trabajadores de todo tipo, chinos residentes en el extranjero y con personas menos apegadas a las costumbres y que aprovechan estas fechas para viajar.

Y el resultado, invariablemente, es el mismo: largas colas para comprar unos billetes que, a menudo, sólo representan el derecho a entrar en el tren y pasarse horas --si no días, dadas las dimensiones chinas-- de pie como sardinas en lata. La red ferroviaria y de carreteras china no cubre ni de lejos la demanda de sus habitantes --sólo en tren, se calcula que viajarán diariamente una media de 3,64 millones de pasajeros, a pesar de que el sistema chino sólo puede transportar a 2,4 millones--. La reventa a precios astronómicos, a pesar de los intentos de la Administración por atajarla, está también a la orden del día, y no todos pueden permitirse un costoso billete de avión.

LOS PREPARATIVOS

Olvidados los sinsabores de cómo desplazarse hasta casa, llega el momento de la celebración, aunque los preparativos, según marca la tradición, deben iniciarse una semana antes de la Nochevieja ("la noche del 30" según la conocen popularmente los chinos, ya que el último mes de su calendario tiene 30 días), cuando las familias hacen una limpieza en profundidad de sus casas para recibir el nuevo año. Después, durante las fiestas, la costumbre marca que no se puede limpiar, para no "barrer" en un despiste la buena suerte.

Casas y calles se cubren de los dos colores más queridos por los chinos: el rojo y el oro. El rojo simboliza la buena suerte, ya que tiene la capacidad de ahuyentar al 'dios come-hombres' --y secuestrador de niños-- del nuevo año, y es también el color más usado para vestirse ese día. Además, la ropa, a poder ser, será de estreno. El oro, por su parte, encarna el dinero, la prosperidad y la riqueza, términos todos ellos muy valorados por los chinos.

En las puertas de las casas se cuelgan dibujos de colores chillones, como parejas de niños regordetes cargando en los brazos un pez (las palabras "pez" y "provecho" tienen la misma pronunciación en chino, "yú"), y junto a las jambas y el dintel se colocan bandas de papel (éstas siempre de color rojo), con pareados escritos en ellas.

Teóricamente existe toda una liturgia en torno a estos versos, que se componen, se escriben primorosamente sobre el papel --la caligrafía es considerada un arte por los chinos-- y después se pegan a los lados de las puertas. Pero, como denuncian los puristas de las fiestas, la producción en cadena está acabando con esta delicada costumbre, y hoy día la mayoría de los chinos optan por comprar pegatinas con los versos ya impresos para decorar sus puertas.

LA CENA

Y llega el gran momento de las fiestas, la cena de Nochevieja, mucho más tardía de lo habitual para los chinos, que normalmente cenan entre las cinco y las seis de la tarde y que en esta ocasión esperan hasta casi la medianoche. Según la costumbre, respetada hasta en las grandes ciudades, las familias deben acudir a cenar con sus hijos a casa de la familia paterna (las esposas, en el momento de casarse, pasan a formar parte de la familia del esposo tradicionalmente).

Pero la política del "hijo único" está transformando hasta esta costumbre, ya que los grupos familiares han quedado "encogidos" de forma notable y las parejas jóvenes, al menos mientras no tienen hijos, intentan repartirse entre unos y otros.

La cena de "la noche del 30" también está cargada de simbolismo. En total pueden llegar a prepararse hasta una veintena de platos, entre los que no puede faltar el pescado, que no se terminará de comer como muestra de que, el próximo año, destacará por su abundancia. También suele comerse pollo pero, entre los habitantes del norte del país, el plato estrella son los "jiaozi", especie de empanadillas cocidas con rellenos de distintos tipos que se mojan en vinagre y que, por su parecido con los lingotes chinos, también simbolizan prosperidad. Y tampoco pueden faltar la fruta, sobre todo naranjas, así como dulces y pipas, una de las formas favoritas de los chinos de pasar el rato.

Aunque está comenzando a extenderse la costumbre de acudir a algún restaurante de lujo para celebrar la cena, lo habitual es que los platos se preparen y coman en casa, con el acompañamiento de fondo de la gala de Año Nuevo que organiza la televisión pública, CCTV (Chinese Central Television).

La gala es el programa con mayor audiencia cada año, un espectáculo en directo de varias horas que lleva organizándose desde hace más de 20 años y que destila tales cuotas de propaganda y chovinismo que sus mensajes han llegado a convertirse en objeto de estudio universitario (y las páginas de Internet que se hacen eco de las críticas son automáticamente censuradas).

Llegadas las doce de la noche, y terminada la cena, ya sólo queda darles a los niños sus "hongbao", sobres de color rojo con algo de dinero dentro, y salir a la calle a espantar al malvado dios del Año Nuevo lanzando fuegos y petardos, que aunque estuvieron prohibidos en muchas ciudades durante más de una década, tuvieron que ser autorizados de nuevo por el clamor popular.